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“Somos iguales y diferentes”. Nueva producción del Ministerio de Educación y el INADI sobre educación sexual y discriminación

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“Somos iguales y diferentes”. Nueva producción del Ministerio de Educación y el INADI sobre educación sexual y discriminación

Antecedente. El lunes 7 de mayo pasado se presentaron dos nuevas Guías en el Ministerio de Educación, esta vez elaboradas por el INADI y avaladas por el mencionado Ministerio y además por el de Justicia y Derechos Humanos.

Se trata de “Somos iguales y diferentes”, material que se presenta desarrollado por un lado en forma de una “Guía para niñas y niños de prevención de prácticas discriminatorias” (segunda edición) y, por el otro, de una “Guía didáctica para docentes”.

En el primer caso (la Guía para niñas y niños), se trata de un folleto de 32 páginas, impreso en costoso papel laminado de excelente calidad, que intenta desarrollar el concepto de “discriminación” de una manera supuestamente accesible para los más chicos. Con mucho más dibujo que texto, el mensaje gira en torno a concientizar a los niños de la riqueza que encierra cualquier tipo de diferencia, y de que ninguna diferencia justifica un trato desigual hacia nadie. El texto tiene un párrafo que aborda específicamente el concepto de familia, a la luz de la ley 26.618: “También nuestras familias son todas diferentes. Muchas formas de ser familia. No hay un tipo de familia, sino muchos tipos de familias. Las hay con sólo una mamá o un papá, con una mamá y un papá, con dos mamás o dos papás, con abuelas y abuelos, con hermanos, sin hermanos, con mascotas, sin mascotas. Lo que hace a una familia, es el amor y el cuidado que nos damos entre todas y todos los que formamos parte de ella”.

Más grave aún es la Guía didáctica para Docentes, en la cual se explicitan los contenidos implícitos en el material para niños.

Ideología de género, errores jurídicos y ofensas contra la libertad de creencia. Además de la retórica imbuida de la ideología de género, las autoras (Romina Kosovsky y Andrea Majul) incurren en graves errores jurídicos y apreciaciones que ofenden a gran parte de los argentinos.

Por ejemplo, en la página 36 se afirma que, entre los Instrumentos internacionales de derechos humanos con jerarquía constitucional referidos a la temática de la discriminación, se encuentrala Convención Interamericanapara prevenir, sancionar y erradicarla Violenciacontrala Mujer‘Convención De Belém Do Pará’. El error es tan craso, que incluso uno se llega a preguntar si no ha sido ‘deslizado’ con conocimiento de causa. En efecto,la ConvenciónDeBelém Do Pará, no es de ninguna manera un documento con jerarquía constitucional. Es cierto que existen proyectos de ley en el Congreso Nacional para declararla como tal, e incluso se ha votado enla Cámarade Diputados en el año 2011. Pero aún no ha sido tratado por el Senado y, por lo tanto, el Congreso no se ha pronunciado al respecto. Además, es sabido que por tratarse de un pretendido añadido al texto constitucional, la iniciativa debe contar con dos tercios de los votos en el recinto. Realmente llama la atención la pretensión de que los argentinos no nos demos cuenta de esa falsedad, y de que el mismo Estado argentino imprima costosísimos materiales con ese error tan grosero.

Por otra parte, se observan en el documento del INADI varias menciones peyorativas, insultantes y que atribuyen una intención de dominación a grandes e importantes grupos de argentinos.

En la página 10, por ejemplo, se afirma lo siguiente: “Un estereotipo es una imagen inflexible construida de manera ilógica, en base a prejuicios, aptitudes, creencias y opiniones preconcebidas, impuestas por el medio social y cultural que se aplican de forma general a todas las personas pertenecientes a una categoría, sea ésta su nacionalidad, etnia, edad, sexo, preferencia sexual, procedencia geográfica, etc. Analizando en oposición a qué se construyen los estereotipos, podemos preguntarnos a quiénes discriminamos, y la respuesta que más inmediatamente nos surge es: -al ‘diferente’. ¿Diferente a quién o qué? Al modelo o paradigma de ‘lo normal’, es decir al varón, blanco, instruido, joven, pudiente, heterosexual, cristiano y sin discapacidad visible. La construcción de un ‘paradigma’ al que deben asimilarse todos los ‘otros’ implica que aquellos que no tienen esos atributos son los diferentes, los inferiores. Este modelo hegemónico impone jerarquías basadas en la dominación y la desigualdad, es decir trata de naturalizar una supuesta ‘normalidad’ sólo para legitimar su supremacía, argumentando el bien social, cuando por el contrario, la discriminación empobrece al conjunto de la sociedad al privarse de la riqueza que da la pluralidad de identidades”.

Claramente los párrafos transcriptos atribuyen a las personas con esas características (varones, blancos, instruidos, jóvenes, pudientes, heterosexuales y cristianos) la intención de imponer desigualdades “sólo para legitimar su supremacía”. Estas afirmaciones les endilgan algo así como la fabricación de un plan maquiavélico para discriminar y dominar al resto ya que –como afirma más adelante en la página 24- “la discriminación no es una problemática de minorías y mayorías sino de desigualdad de poder”. Esta atribución es insultante, calumniosa e injuriosa, y llama poderosamente la atención que parta de un organismo estatal que, supuestamente, está edificado sobre la representación del pueblo.

En consecuencia con lo anterior, el texto estatal niega rotundamente (página 14) la posibilidad de que alguien que sea varón, blanco, instruido, joven, pudiente, heterosexual, cristiano y sin discapacidad visible pueda ser bajo ningún concepto objeto de discriminación. “La discriminación nunca se ejerce sobre los sectores poderosos de una sociedad. Estos han logrado siempre, a través de múltiples mecanismos económicos, sociales y culturales imponer sus intereses y su propia visión del mundo como la hegemónica y traducirlos como si fueran el interés general de una sociedad”. Extraño concepto, bastante discriminador, por cierto.

Descalificación de la familia tradicional. Al hablar de las familias, nuevamente el INADI atribuye a una determinada categoría de personas una intención discriminadora: “Pensar en familias hoy, es pensar en muy distintas conformaciones, es por eso que atendiendo a la importancia del lenguaje, es inexacto hablar de la ‘familia’ en singular cuando se está nombrando a una institución de carácter tan fundacional y diverso a la vez. La utilización del singular en realidad posiciona a un modelo por encima del resto, reforzando un estereotipo, estableciendo una estructura jerárquica donde no se hace presente la diversidad, complejidad y riqueza de la sociedad misma” (página 25).

Mucho podría decirse al respecto, ya que el concepto de familia no refiere sólo al amor, la atención y la protección, como se afirma en la página 25. Si bien el amor, la atención y la protección son importantísimos en una familia, es necesario referirse también a criterios objetivos para definirla. Si así no fuera, sería imposible distinguir una familia de un grupo de amigos, con lo cual perdería sentido absolutamente la existencia de diferencias de vocabulario y de lenguaje para referirse a ambas realidades.

Descarte y negación de la naturaleza humana. El texto asume también como científica y verdadera a la ideología que sostiene que “El ser humano es un animal cultural diverso por lo cual intentar ‘naturalizar’ las diferencias como causa-efecto de la desigualdad es simplemente un artificio que busca justificar la discriminación” (página 15). Otra vez, atribuye malignas intenciones a quienes sostenemos la existencia de una naturaleza humana objetiva, sin mantener ningún tipo de tolerancia para otra manera de ver a la persona que no sea la ideología arriba mencionada. Así, quienes sostenemos la existencia de una naturaleza humana, estaríamos tratando de ‘naturalizar’ lo propio, imponiendo “una percepción biologicista a fenómenos que son de características exclusivamente culturales. De esta manera, algo que es simplemente una costumbre o una creencia, es tomada como una posición única e invariable, intentando asociarlo como inherente a la naturaleza” (página 15). Propone el folleto, a fin de romper con esta ‘naturalización’, “la reflexión sobre el carácter social e histórico de lo que a simple vista es presentado como único y permanente”. Así, se adoctrinará a los niños para rechazar la idea de una naturaleza humana común, que es la que nos hace iguales en dignidad. Este adoctrinamiento se logrará combatiendo “el curriculum oculto –ese conjunto de ideas, sentidos y percepciones que se transmiten de manera implícita-“, el cual “permanece a menudo inalterable, reproduciendo un sistema de estereotipos que naturaliza una mirada discriminatoria del mundo”, ya que “la escuela tiene un rol fundamental en la internalización de normas, valores y creencias” (página 9).

Así, las creencias de los padres y las familias de los niños, no son tenidas en cuenta en el proceso educativo. Vale decir que ni una sola vez hace referencia el folleto a las convicciones de los padres, sino que se limita a bajar una doctrina considerada irrefutable, dogmática y absoluta.

En texto propone, en consecuencia, brindar en la educación “la misma legitimidad a todos los grupos que confluyen en el ámbito escolar” (página 24). Esta afirmación es, por lo menos, contradictoria con las afirmaciones gravemente peyorativas y discriminatorias con que se refieren las autoras a quienes tienen una idea distinta de la sociedad, y pretenden educar a sus hijos en ella. Cabe aclarar que, no por ser distinta de la propia, una idea debe ser discriminadora y maquiavélica.

Conclusión. Este grave y burdo texto fue presentado en uno de los organismos más importantes del Estado, como es el Ministerio de Educación. Será distribuido en los establecimientos educativos del país y entregado a los niños, a los padres y los docentes con una fuerte recomendación de ser utilizado. No se debe olvidar que es sólo un texto propuesto; de ninguna manera tiene fuerza de ley ni es obligatorio distribuirlo o utilizarlo. Lo contrario atentaría contra la libertad de los ciudadanos y, sobre todo de los padres, y sería claramente inconstitucional. Sería deseable que el Estado invirtiera los recursos públicos en proyectos que beneficien a los argentinos, sin agredirlos ni malinformarlos.