Mediante estas breves reflexiones[1] se aspira a proponer líneas para profundizar el estudio desde la bioética del fenómeno pandémico. Específicamente, para la consideración de los presupuestos de una respuesta global para una problemática de alcance planetario, así como en torno a algunos de los efectos de la pandemia en términos de salud mental en poblaciones específicas, pues se advierte que permite evaluar la pertinencia de las medidas adoptadas para combatir al COVID-19.
La pandemia en contexto socio-económico
El mundo no se ha vuelto necesariamente más equitativo desde la pandemia. De hecho, el fenómeno ha incluso profundizado clásicas desigualdades en varias regiones del planeta. Tal es la intuición desde la que partimos.
Excede éstas acotadas reflexiones emprender un análisis comparado de los diferentes tratamiento que ha merecido la pandemia, pero resulta interesante destacar que en algunos casos, los recursos escasos parecen haberse asignado razonablemente, de la mano de un equilibrio entre medidas sanitarias y otras de orden económico. En otros, en las regiones más pobres del mundo y especialmente entre las poblaciones vulnerables, sin embargo, las desigualdades estructurales parecen haberse exacerbado.
En principio, los denominados “determinantes de la salud” son condiciones fácticas que resultan ajenas a la problemática estrictamente bioética, pero que permiten su consideración de modo situacional, con conciencia del contexto en el que se insertan.
En América Latina, por ejemplo, la pandemia de COVID-19 ha provocado una caída del 8,1% del PBI, superando el impacto de la crisis en la Unión Europea y otras economías emergentes. América Latina venía mejorando sus índices de desigualdad y pobreza en los años anteriores, la pobreza había pasado de afectar al 45,2% de la población en 2001 al 30,3% en 2019. Sin embargo, se prevé que a partir del COVID-19 el número de pobres aumentará en 28,7 millones de personas, alcanzando el cifra de 214,4 millones de pobres en la región. Así las cosas, la pobreza extrema afectaría según proyecciones a 15,9 millones más, llegando a un total de 83,4 millones de personas[2].
A nivel mundial algunos estiman que la pandemia de COVID-19 empujará a entre 88 millones y 115 millones de personas a la pobreza extrema este año, mientras que el número total alcanzará los 150 millones para el 2021, dependiendo de la gravedad de la enfermedad y la contracción económica[3].
Desde una perspectiva educativa, según UNICEF, las escuelas para más de 168 millones de niños en todo el mundo han estado completamente cerradas durante casi un año completo. Según algunos estudios en escuelas de alta pobreza se encontró que las clases virtuales eran ineficaces, mostrando que los dispositivos de enseñanza remota tienen diferentes resultados considerando dificultades o falta de acceso, como falta de conexión o equipo a internet o docente específico. capacitación.
En lo que respecta al empleo, algunos estudios revelaron que la pandemia de COVID-19 ha afectado a los grupos demográficos de manera desigual. Aunque todos los grupos demográficos se vieron afectados, algunos (por ejemplo, los trabajadores más jóvenes) experimentaron picos elevados de desempleo durante el transcurso de la pandemia. Las personas con un nivel educativo más bajo generalmente han experimentado tasas de desempleo relativamente más altas y una menor participación en la fuerza laboral durante la pandemia[4].
Un enfoque global
Tal es el contexto en el que se insertan estas reflexiones. A partir de aquel se aspira a proponer líneas para la profundización de los debates asociados en el futuro, así como a considerar formas en las que podamos avanzar juntos y navegar las potenciales oportunidades y desafíos de un mundo post-COVID.
El objetivo preliminar es revelar algunas tendencias a partir de la experiencia comparada para satisfacer las necesidades de grupos demográficos particulares. Así, el análisis propuesto consta de dos apartados diferenciados: un abordaje descriptivo del problema y una sección orientada a destacar las posibles soluciones, intentando involucrar las facetas descriptiva y prescriptiva que, tal como ensañaba Sgreccia, deben implicarse en un análisis bioético propiamente dicho[5].
El breve análisis descriptivo de la pandemia supone reconocer que se trata de un fenómeno de escala global que ha impactado de alguna manera en la vida de todos los habitantes del planeta. La rápida propagación del virus ha generado millones de contagios y un número creciente de muertes, impulsando la propuesta y consolidación de diferentes medidas para garantizar la efectividad de los sistemas de salud y reducir el impacto de los mismos a nivel económico y social en todo el mundo.
Considerando la escala global del problema, parece razonable afirmar la necesidad de brindar una respuesta igualmente global[6]. Teniendo esto en cuenta, parecía necesario indagar qué significa realmente esa globalidad en términos prácticos.
Advertimos la existencia de una capa universal de esta respuesta global, vinculada al reconocimiento de la dignidad intrínseca de cada persona humana individual, la base de la justicia y la adecuada asignación de recursos, así como a la satisfacción de las exigencias del bien común. Y al mismo tiempo, la necesidad de considerar una variedad de dimensiones particulares que también deben sumarse a la universalidad referida en honor a la efectividad pretendida, capas que parecen inseparables de una respuesta bioética verdaderamente global. Eso significa integrar las variables particulares que permitan en cada caso concreto garantizar el respeto a la dignidad de cada persona y un aporte efectivo al bien común.
Es así que luce necesario indagar respecto de los presupuestos de viabilidad de este enfoque y reflexionar sobre las implicaciones de la globalidad mencionada.
Capas de un auténtico enfoque global
Como se dijo anteriormente, para una respuesta verdaderamente global a una cuestión de alcance planetario se deben hacer algunas consideraciones regionales y particulares. Nos referimos a las condiciones locales de cada lugar en el que se deben aplicar las medidas (a esa capa la llamamos “regionalidad”) ya las necesidades específicas de los grupos de población particularmente vulnerables (a esa capa la llamamos “vulnerabilidad”).
- La regionalidad se refiere a las diversas condiciones geográficas y sociopolíticas que, como determinantes de la salud, inciden en el acceso efectivo a los beneficios de los sistemas locales de salud por parte de la población de cada región y cada país.
- La vulnerabilidad, en cambio, se refiere a la especial fragilidad de algunas personas en función de determinadas cualidades accidentales como la edad, la presencia de alguna patología o su condición social, por ejemplo.
Un enfoque global parece inevitable considerando la forma en que se propaga el virus y su impacto en todo el mundo. Para cumplir con los objetivos de regulaciones o medidas de pretensa universalidad, parece razonable reflexionar sobre sus presupuestos. No nos referimos a la necesidad de superar las tensiones entre universalismo normativo y particularismo. La propuesta es pragmática: Considerar los presupuestos de una respuesta global para que realmente respete la dignidad de cada persona humana y contribuya al bien común.
Problemas de salud mental generados por la pandemia
La pandemia tuvo un impacto generalizado en toda la población mundial, pero con especial gravedad en ciertos sectores de la población. En ese sentido, se propuso estudiar las consecuencias en la salud mental de los niños y ancianos, identificando las repercusiones específicas para cada grupo en dos momentos diferentes de la experiencia vital en el contexto de la emergencia sanitaria en curso.
A partir de la bibliografía consultada es posible identificar:
- Problemas de salud mental causados en ambos grupos de edad,
- Las causas atribuibles, y
- Posibles medidas para contrarrestar esos problemas
- NIÑOS
- Consecuencias para la salud mental:
- Ansiedad
- Depresión
- Trastorno de estrés agudo
- Trastorno de adaptación
- Trastorno de estrés postraumático (PTSD)
- Causas atribuidas:
- Cambios sustanciales en las rutinas
- Aislamiento físico y social (Cierre de escuelas y separación de amigos / familiares).
- Comprensión limitada de los sucesos.
- Incapacidad para comunicar sus sentimientos como los adultos.
- Exposición a la cobertura de los medios de comunicación de eventos de crisis
- Aumento de tiempo de pantalla y exposición excesiva a la televisión
- Estrés de los padres o cuidadores
- Exceso de información / Información no verificada en redes sociales
- Posibles medidas para contrarrestar:
- Discusiones entre padres e hijos: Fomentar la comunicación abierta entre padres e hijos sobre la pandemia para ayudar a los niños y adolescentes a afrontar los problemas de salud mental.
- El compañerismo es esencial para el desarrollo psicológico normal y el bienestar de los niños.
- Vigilancia de los trastornos mentales en niños con antecedentes de problemas de salud mental.
- Los trabajadores de la salud pediátrica deben recibir capacitación formal para facilitar la identificación temprana de los problemas de salud mental de los niños, reconocer las señales de alerta que indican una mayor intervención o la necesidad de derivación.
- Los trabajadores de la salud pediátrica deben recibir capacitación formal para facilitar la identificación temprana de los problemas de salud mental de los niños aprendiendo a discernir los comportamientos normales y anormales de los niños, reconociendo las señales de alerta que indican que se necesita una mayor intervención o derivación, y estandarizando el uso de herramientas de detección rápida para salud mental.
- Estandarizar el uso de herramientas de detección rápida para la salud mental.
Por su parte, Imran ha descripto medidas específicas[7]:
Primera infancia:
- Establecer una rutina para la familia
- Evitar sintonizar canales de noticias con presencia de los niños
- Abstenerse de hablar sobre la situación relacionada con COVID con otros adultos o hermanos mayores.
- Anime a los niños más pequeños a lavarse las manos de manera adecuada y frecuente o limpiar las superficies de cualquier juego lúdico,
- Fomente el chat de video. El chat de video ayuda a los niños pequeños, incluso a los bebés, a recordar y establecer relaciones con los miembros de la familia y otros cuidadores.
- Intente hablar sobre lo que sucede en la pantalla mientras mira programas o juega videojuegos con sus hijos.
Niños mayores:
- Establecer horarios para algunas actividades regulares todos los días, como tutoría en el hogar, llamadas telefónicas con un amigo o cocinar juntos, comidas familiares. Realice estas actividades a la misma hora todos los días.
- Pase un tiempo al aire libre todos los días o haga algo de ejercicio todos los días.
- Interacciones sociales durante el distanciamiento social. Considerar videoconferencias, el teléfono o los mensajes de texto en tiempo real, posiblemente a la misma hora todos los días.
- Evite las siestas frecuentes durante el día, especialmente al final del día.
- Evite la luz brillante (especialmente azul) como pantallas de computadora, teléfonos inteligentes por la noche.
- Aconseje a los adolescentes que se adhieran a un horario constante de sueño y de vigilia que se adapte a sus ritmos naturales.
Niños con necesidades especiales:
- Se deben evitar las interrupciones excesivas en las rutinas diarias animándoles a tener un horario diario de actividades que se puedan realizar en el entorno del hogar.
- Se debe mantener la comunicación con sus terapeutas y escuelas.
Niños en cuarentena:
- Comuníquese con sus padres con frecuencia.
- Mantener la rutina diaria y tener acceso a información sobre enfermedades.
- Deberían poder ponerse en contacto con profesionales de la salud mental si surge la necesidad.
2. ANCIANOS
- Consecuencias para la salud mental:
- Inestabilidad emocional y paranoia
- Tristeza extrema y depresión
- Episodios de pánico
- Depresión
- Ansiedad
- Estrés crónico
- Trastornos cognitivos
- Exacerbación de miedos / fobias existentes o recaídas, trastornos de ansiedad, trastorno obsesivo-compulsivo
- Trastorno de estrés postraumático (PTSD)
- Causas atribuidas:
- Temor por su vulnerabilidad y el mantenimiento de la seguridad.
- Condiciones / enfermedades preexistentes
- Personas inmunosuprimidas, socialmente empobrecidas, con afecciones respiratorias preexistentes y comorbilidades médicas crónicas: todas ellas pueden ser factores de riesgo predisponentes a una edad avanzada.
- Susceptibilidad a los atributos fisiológicos y psicosociales asociados a la edad
- Descuido, soledad, aislamiento.
- Incertidumbre y miedo a la pandemia
- Brecha digital: es posible que muchos ancianos no estén bien versados en la tecnología que conduce a un mayor distanciamiento emocional en ausencia incluso de contacto digital con las familias.
- Los trastornos psiquiátricos pueden precipitarse y acentuarse y pueden aumentar la gravedad de COVID-19.
Posibles medidas para contrarrestar:
- Desarrollar estrategias de cuidado y atención, entretenimiento y actividades que puedan reducir el daño a la salud física y mental y mejorar la calidad de vida de las personas mayores.
- Las sesiones periódicas de asesoramiento telefónico, el contacto saludable con la familia, la información relevante y actualizada, el cuidado de las necesidades médicas y psicológicas generales y el respeto de su espacio y dignidad personal son componentes importantes de la atención de la salud mental en las personas mayores.
- Las intervenciones de facilitación social, las terapias psicológicas, la provisión de atención social y de salud, las intervenciones de amistad y el desarrollo de habilidades para el tiempo libre pueden ser útiles para mitigar las consecuencias para la salud mental durante el aislamiento.
- Se ha comprobado que la promoción del sentido de seguridad física y social, esperanza, conexión, calma y eficacia comunitaria es eficaz para controlar o mitigar los posibles efectos adversos del aislamiento social.
Es pertinente resaltar que la causa genérica asociada a la gran mayoría de las secuelas psicológicas analizadas es el aislamiento social, el cual está vinculado a cuarentenas / encierros, cierre de escuelas, restricción de actividades productivas y educativas y brecha digital, entre otros. Hemos indenficado tres expresiones primordiales del mentado aislamiento interpersonal: las cuarentenas, el cierre de escuelas y de ámbitos laborales.
Brecha digital
Si bien las tecnologías de la información y la comunicación contemporáneas ofrecen cada vez más posibilidades de establecer contacto de forma remota y por medios virtuales, las circunstancias fácticas aún hacen que estas herramientas sean ajenas a una parte importante de la población mundial.
Las condiciones socioeconómicas motivan la falta de equipamiento y las inequidades estructurales ligadas a la ausencia de conectividad y, por ende, su aumento del contacto interpersonal en el contexto de estrictos encierros.
La brecha generacional y la ausencia de los conocimientos técnicos adecuados también se suman al tema descrito y presentan dificultades para contrarrestar el aislamiento físico por medios tecnológicos.
LA PARADOJA DEL AISLAMIENTO SOCIAL
Sin medicina paliativa o preventiva para combatir el virus, el aislamiento de los pacientes, la minimización de las relaciones cara a cara y los encierros se presentaron como las medidas más eficientes para evitar la transmisión del virus[8]. Al mismo tiempo, se ha comprobado que el mismo distanciamiento impacta negativamente en la salud mental de poblaciones vulnerables[9]. Tal es el caso de los adultos mayores, especialmente los institucionalizados[10] [11] y los niños[12].
Este reconocimiento paradójico no implica negar la utilidad del distanciamiento como medida de seguridad, ni su eficacia en términos epidemiológicos, sino que permite descubrir que la conveniencia de las medidas no puede considerarse en abstracto o promediando efectos positivos y negativos. Para garantizar la eficacia de la medida, debe contrastarse específicamente con las necesidades de todas las personas, especialmente las más vulnerables.
Necesidad de respuestas a medida
Dadas las medidas adoptadas en todo el mundo para contrarrestar los efectos de la pandemia y la consolidación en mayor o menor medida de medidas para restringir el contacto interpersonal, es posible constatar la necesidad de adoptar políticas a medida para atender las necesidades concretas de poblaciones específicas.
No se puede adoptar la misma medida en todo el planeta y para toda la población buscando el mismo resultado. El resultado deseado es, en un sentido muy amplio, el respeto concreto a la dignidad de todo ser humano y, en términos más específicos, la protección de la vida y la salud humanas. Si ante un fenómeno planetario se aplicaran idénticas soluciones en todo el mundo el resultado sería bastante diverso, comprobando su éxito en unos casos y rotundo fracaso en otros.
Como se afirma en un documento reciente elaborado por la Pontifica Academia Pro Vita, parece razonable pedir una cura global con “sabor local” para garantizar su eficacia[13].
Ideas de cierre
Si las poblaciones vulnerables tienen necesidades específicas o si la llamada bioética global implica la consideración de puntos de vista locales, o si el aislamiento social produce efectos negativos en la salud mental, ninguno de ellos son temas nuevos.
La novedad en este caso es el contexto pandémico, el que ha permitido una impresionante proliferación de investigación y reflexión científica. A partir de la investigación bibliográfica realizada, el análisis comparativo del tratamiento brindado a la pandemia en diferentes regiones del planeta y el énfasis puesto en los problemas de salud mental generados por la pandemia en diferentes rangos de edad, se ofrecen como postulados tentativos para la discusión:
- El mundo no se ha vuelto más equitativo desde COVID-19,
- El aislamiento social exige acciones específicas para contrarrestar los problemas de salud mental en personas vulnerables.
- Es necesario brindar respuestas “a medida” para satisfacer las necesidades de las poblaciones vulnerables.
- Y se impone la necesidad de reflexionar sobre los presupuestos de una respuesta global eficaz.
[1] Las presentes reflexiones son una síntesis de la presentación realizada por los miembros jóvenes de la Pontificia Academia Pro Vita el 28 de septiembre del 2021 en el marco de la Asamblea General de miembros celebrada en la ciudad del Vaticano bajo el lema “Salud Pública en perspectiva global”. https://www.academyforlife.va/content/pav/en/news/2021/public-health-in-global-perspective.html
[2] https://theconversation.com/la-pandemia-acrecienta-la-desigualdad-y-la-pobreza-en-america-latina-155668
[3] https://www.bancomundial.org/es/news/press-release/2020/10/07/covid-19-to-add-as-many-as-150-million-extreme-poor-by-2021
[4] https://fas.org/sgp/crs/misc/R46554.pdf
[5] Elio Sgreccia. Manual de Bioética: Fundamentos y ética biomédica. T. 1.
[6] Pontifical Academy for Life. Global pandemic and universal brotherhood. Note on the Covid-19 emergency. Disponible en línea en: http://www.academyforlife.va/content/dam/pav/documenti%20pdf/2020/Nota%20Covid19/Note%20on%20the%20Covid-19%20emergency_ENG_.pdf [Último acceso el 27 de julio de 2021].
[7] Imran N, Zeshan M, Pervaiz Z. Mental health considerations for children & adolescents in COVID-19 Pandemic. Pak J Med Sci. 2020;36(COVID19-S4):COVID19-S67-S72. doi: https://doi.org/10.12669/pjms.36.COVID19-S4.2759
[8] Grolli RE, Mingoti MED, Bertollo AG, Luzardo AR, Quevedo J, Réus GZ, Ignácio ZM. Impact of COVID-19 in the Mental Health in Elderly: Psychological and Biological Updates. Mol Neurobiol. 2021 May;58(5):1905-1916. doi: 10.1007/s12035-020-02249-x. Epub 2021 Jan 6. PMID: 33404981; PMCID: PMC7786865.
[9] Richard Armitage, Laura B Nellums , COVID-19 and the consequences of isolating the elderly. Published Online March 19, 2020 https://doi.org/10.1016/ S2468-2667(20)30061-X.
[10] Banerjee D. ‘Age and ageism in COVID-19’: Elderly mental health-care vulnerabilities and needs. Asian J Psychiatr. 2020;51:102154. doi:10.1016/j.ajp.2020.102154
[11] Banerjee D. The impact of Covid-19 pandemic on elderly mental health. Int J Geriatr Psychiatry. 2020 Dec;35(12):1466-1467. doi: 10.1002/gps.5320. Epub 2020 Jun 27. PMID: 32364283; PMCID: PMC7267435.
[12] Phelps, C., & Sperry, L. L. (2020). Children and the COVID-19 pandemic. Psychological Trauma: Theory, Research, Practice, and Policy, 12(S1), S73–S75. https://doi.org/10.1037/tra0000861
[13] Note of the Vatican Covid-19 Commission in collaboration with the Pontifical Academy for Life “Vaccine for all. 20 points for a fairer and healthier world”, 29.12.2020. Disponible en línea en: https://press.vatican.va/content/salastampa/en/bollettino/pubblico/2020/12/29/201229c.html