Quisiera utilizar este tiempo de exposición -que agradezco-, para manifestar algunas de las reflexiones que la lectura del dictamen con media sanción y, en general, esta reedición bianual del debate sobre la legalización del aborto me han generado.
1.- La primeria reflexión es sobre algo obvio, pero que en el fragor de argumentaciones complejas (y no tan complejas) corre el riesgo de pasarse por alto. Si se observa con atención, se puede ver que el texto de la media sanción no tiene en miras la protección de la salud de la mujer o la opción de rechazar la consecuencia de una violación o un abuso. Por lo menos hasta la semana 14 nada de eso tiene la menor importancia. Porque hasta la semana 14 no estamos hablando ni de la salud de la mujer, ni de ninguna otra causal o posible conflicto de derechos de igual jerarquía. Hasta la semana 14 se trata de la pura y simple voluntad de abortar. Así que, si han estado escuchando intervenciones que se dirigen a hacerles tomar conciencia del derecho de la mujer a la salud o a una vida sin violencias, sepan que, hasta la semana 14, eso no tiene nada que ver con la media sanción que tienen ustedes delante.
La media sanción se trata de la legalización del aborto libre y a voluntad, sin necesidad de ninguna causal. Porque, para los casos más dramáticos, el Código Penal, nos guste o no, estableció la no punibilidad. Es decir que lo que este proyecto agrega a lo que ya tenemos, es el aborto libre, que no está permitido en nuestro derecho porque se sabe que un aborto siempre atenta contra la vida de la persona en sus primeras etapas de desarrollo, y porque esa vida está protegida constitucionalmente.
2.- Otro punto que subsiste es el de los médicos. La media sanción contempla la objeción de conciencia, a su manera, débilmente. Pero no es en este punto en el que me quiero detener, sino en la particular situación en la que se coloca a los médicos que NO sean objetores de conciencia ni quieran serlo, pero sí quisieran tener el margen para que primen criterios científicos y médicos en las decisiones que adopte o las prácticas que lleve a cabo. Al médico no objetor de conciencia que decida no hacer un aborto porque cree que no es la mejor decisión desde un punto de vista sanitario, es a ése a quien se amenaza en la media sanción con cárcel, multas, inhabilitaciones, con la aplicación de la ley 26485 de violencia contra la mujer. Es decir, el médico se convierte en el mero ejecutor de un deseo de la mujer, si es que no quiere ser perseguido o quedarse sin trabajo en el mejor de los casos.
El objetor, objeta y se hace a un costado. El no objetor, que tenga cuidado. Porque las disposiciones absolutamente irracionales que dispone la media sanción, dan lugar a una medicina políticamente correcta, pero no necesariamente de calidad. Yo preferiría hacerme atender por un médico que me diga que, por un criterio médico, no es conveniente hacer lo que yo le pido, antes que por uno que tiene miedo a las consecuencias de no hacer lo que yo quiero y no se guía por el criterio médico. Porque allí también peligra la salud de la mujer, y su vida misma, como ha ocurrido muchas veces en la Argentina y en el mundo.
3.- Y vamos al tercer punto, sobre el encarnizamiento de la media sanción aprobada en Diputados con la vida por nacer. No conozco ninguna legislación sobre aborto que se ensañe tanto con esta vida. Parecería que lo que se buscara fuera, a toda costa, deshacerse de ella, con bronca, sin importar la razón, agrediendo a quienes se animen a objetarlo de alguna manera, asustando y adoctrinando al resto de la población, retaceando información a la madre, imponiendo plazos perentorios, incorporando artículos de textura abierta que fácilmente amplían el aborto a voluntad a todo el embarazo.
Se han dicho muchos argumentos jurídicos, médicos, sociológicos, estadísticos y de todo tipo, tanto en 2018 como ahora. Pero la verdad es que todos sabemos que, desde el primer momento de la concepción, estamos frente a una vida humana. No es cuestión de ideología, ni de religión, ni de derechos: es una cuestión científica y de realidad. Y lo más desconcertante es que todos lo sabemos. Lo sé yo, como todas las personas que hablaron hoy, en un sentido u otro, y como cada uno de los legisladores y políticos, sobre todo si son mujeres. Que no queramos aceptar esa vida, que nos parezca que nos va a complicar la existencia, que nos sintamos aterrorizados por las responsabilidades que implica o por la falta de medios o de compañía o de oportunidad para hacernos cargo, todo eso puede ser, y es legítimo que le pase a una mujer, sobre todo en situación de vulnerabilidad por las razones que fueran. Pero nada de eso nos permite decir con verdad que no hay una vida humana ya moviéndose en su interior.
Por eso, creo que a la hora de votar, la existencia de esa vida debe ponerse en la balanza con todo su peso real, así como el hecho de que, si esta ley se aprobara, se estaría legalizando la posibilidad de su eliminación, hasta la semana 14 de forma totalmente arbitraria. Todo lo demás puede acompañarse, compensarse, incluso sanarse, con la cercanía y la solidaridad de la comunidad y del Estado. La pérdida de la vida, no. Eso es lo que se nos dijo al comenzar esta cuarentena, cuando todo el país fue paralizado por completo: el cuidado de la vida bien vale la paralización de un país. Que no se pueda decir que el Congreso de la Nación Argentina consagró la discriminación entre vidas humanas que vale la pena dejar nacer y cuidar, y otras que no la valen y que por eso son descartadas.
En todas las provincias se ha manifestado el pueblo contra la legalización del aborto. A través de las encuestas, en la calle, en las redes sociales, en todos los medios posibles. Porque la mayoría de los argentinos intuitivamente siempre nos hemos puesto del lado de la vida más vulnerable, más indefensa: sabemos que es una realidad que queremos cuidar. Somos conscientes de que hay muchos problemas y desafíos sociales, que golpean particularmente a muchas mujeres. Pero sabemos con certeza que no es cortando por el hilo de la vida del más débil como vamos a resolverlos.