Termina la década y es tiempo de balance en materia de bioética. Como siempre, nuestra valoración de los distintos acontecimientos y desarrollos biotecnológicos tienen como centro a la persona humana, su dignidad y derechos fundamentales, en la perspectiva del bien común.
1) La edición genética humana
Uno de los mayores descubrimientos de la década es la técnica CRISPR-Cas9, que es conocida como edición genética humana. Se trata de un mecanismo avanzado de ingeniería genética que permite cortar de forma precisa y al parecer segura segmentos específicos de ADN y reemplazarlos por otros especialmente elegidos. Descubierto en 2012 por Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier, la edición genética puede utilizarse para células adultas y para células de la línea germinal. Mientras que en el primer caso se presenta como una técnica de poderosas y beneficiosas consecuencias si se aplica correctamente con fines terapéuticos, la edición genética de gametos y embriones genera mayores reparos bioéticos. La potencialidad eugenésica que encierra esa manipulación de la vida naciente, así como las desconocidas consecuencias que tiene modificar el genoma humano alterando la integridad de la especie, llevaron a la mayoría de los científicos implicados en este hallazgo a pedir una moratoria en su aplicación. Sin embargo, en 2018 un científico chino anunció el nacimiento de los primeros bebés genéticamente modificados. La condena a ese experimento fue casi unánime en la comunidad científica.
En Argentina, con el nuevo Código Civil y Comercial que entró en vigencia en 2015, la edición genética de embriones se encuentra prohibida (art. 57 CCC).
Para profundizar el tema ver:
https://centrodebioetica.org/tag/edicion-genetica-humana/
2) El cuerpo humano como materia disponible
De la mano de la alianza cada vez más poderosa entre las biotecnologías y los sistemas de almacenamiento y procesamiento de datos, se expande la idea de que el cuerpo humano (como todo el fenómeno de la vida) es simple materia disponible, que puede ser modificada por los más diversos motivos. En esta década, estos debates fueron acompañados por el surgimientos de corrientes de pensamiento llamadas “transhumanistas” o “posthumanistas”, que se proponen la superación de los límites del cuerpo humano en la búsqueda de la maximización de las utilidades o del placer o bien de una visión absoluta de la autonomía.
Si bien muchos de estos planteos todavía permanecen en el terreno de la ciencia ficción, existen crecientes y cada vez más sofisticadas técnicas que permiten incidir en el cuerpo humano, tanto antes de su formación, como una vez que está formado. Estas visiones son, además, funcionales a nuevas formas de eugenesia, mucho más sutiles, que se han ido consolidando en estos años y que se traducen en la creciente búsqueda de elegir las características de la descendencia y el aborto sistemático de personas con discapacidad luego de diagnósticos prenatales cada vez más precisos y tempranos.
Para profundizar el tema ver:
https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/2824
http://uvadoc.uva.es/handle/10324/28089
3) El retroceso del derecho a la vida
Durante la segunda mitad del siglo XX, la reacción ante los horrores que significaron las guerras mundiales y la eliminación sistemática de personas humanas llevó a una fuerte toma de conciencia sobre la decisiva importancia del derecho a la vida. En estos primeros veinte años del Siglo XXI puede observarse un progresivo retroceso del derecho a la vida, que es considerado como relativo y reglamentable. Así, el imperativo biotecnológico se impone para que el respeto a la vida ceda ante la expansión de una autonomía individual exacerbada.
Este retroceso se ha verificado en muchos debates sobre el aborto en todo el mundo en la última década, pero particularmente en América Latina. Podemos mencionar la sentencia “Artavia Murillo y otros c/Costa Rica” de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sostuvo que el embrión humano no era persona y que, durante el embarazo, tenía derecho a la vida sólo en forma gradual y relativa. En Argentina, las sentencias “FAL” (2012) y “MAD” (2015) de la Corte Suprema se ubicaron en esta línea de admitir excepciones al principio de que no es lícito quitar la vida.
Para profundizar el tema ver:
https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/9058
4) La ideología de género y la reconfiguración de la familia
La década que termina ha significado una consolidación de la ideología de género, que es una visión radicalizada y reduccionista de la persona humana, que considera que toda diferenciación sexual tiene exclusivamente origen en lo cultural. Así, al tiempo que se silencia al cuerpo y su lenguaje específico, se considera que todo es construcción. La ideología de género ha reconfigurado la noción de matrimonio, la de identidad personal, la filiación, la educación y otros diversos campos. Ciertamente, la mayor sensibilidad hacia la dignidad de la persona en todos los casos y su no discriminación es un valor importante, pero ello no se puede lograr si se impone una visión ideologizada de la persona que desconoce dimensiones fundamentales de la humanidad.
En Argentina, desde la ley que legalizó como matrimonios las uniones de personas del mismo sexo (26618 de 2010), la ley de identidad de género (26743 de 2012), la legislación sobre fecundación artificial (ley 26862 de 2013) y el Código Civil y Comercial (2014), se produjo una transformación profunda del ordenamiento jurídico, que ha afectado centralmente al matrimonio y a la familia y ha tenido consecuencias que aún no podemos vislumbrar en relación a los niños. La imposición de la ideología de género se profundizó por las presiones de organismos internacionales, como quedó en evidencia con el préstamo que recibió la Argentina en 2018 para estos fines.
Para profundizar el tema ver:
https://centrodebioetica.org/category/nt/mujer-y-genero/
5) La dimensión social de la bioética
Junto con los debates en torno a la manipulación de la vida humana y la configuración de nuevas formas de eugenesia, se incorporó al debate bioético la problemática social. En efecto, la preponderancia que se ha dado al principio de autonomía ha ido configurando una mentalidad individualista, centrada en la potenciación de los propios intereses. Ese individualismo necesariamente conduce a nuevas formas de injusticia social. En efecto, si solo los más poderosos tienen las herramientas biotecnológicas para garantizarse una corporalidad potenciada, entonces surgirán nuevas diferencias sociales.
El debate también se ha planteado en torno a la justicia distributiva y el derecho a la salud, cuando se financian con fondos públicos prestaciones tales como la fecundación in vitro, mientras existen muchas personas que carecen de la atención de salud básica. Esas inequidades han despertado un debate en torno a la forma de priorizar las asignaciones en salud y el contenido de las canastas de prestaciones básicas universales.
En Argentina, la década que termina estuvo signada por una expansión de la mentalidad individualista y subjetivista de la salud y un empobrecimiento de las condiciones generales de vida, con grave daño a la salud de muchas personas. El desafío de incorporar la dimensión colectiva de la salud se transforma así también en un desafío de la bioética.
Igualmente, esta dimensión social se advierte en temas como el aborto, donde la solución individualista de la autonomía es imponer el aborto como única solución, mientras que una respuesta más integral y completa supone reconocer que hay nuevas formas de vulnerabilidad que atraviesan a la maternidad y que hay que acompañar con políticas integrales, tanto desde la sociedad como desde el Estado.
Para profundizar el tema ver:
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5290447.pdfwww.maternidadvulnerable.com.ar