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Ciudadanía, libertad y Bien Común: ¿qué nos recuerda el aislamiento social obligatorio?

Ciudadanía, libertad y Bien Común: ¿qué nos recuerda el aislamiento social obligatorio?

En un sugerente artículo publicado por The Public Discourse, R. J. Snell[1] señala una dimensión de la reflexión. en torno al Coronavirus que parece oscurecida en la pretendida dicotomía “vida o economía” que ha signado buena parte del debate público, en nuestro país, en relación al aislamiento social.

Lo que llama la atención del autor es el hecho de que los individualistas más radicales defiendan que el aislamiento social por el COVID-19 se refuerce o garantice a través de las fuerzas policiales y armadas. Citando al filósofo Alasdair MacIntyre, expone el vínculo entre esta paradoja y la concepción utilitarista de la sociedad. Como sugería Spaemann cuando exponía los límites de esta filosofía, al haber sido desplazadas las normas morales por las normas técnicas, la cualidad moral de nuestras acciones pasa a depender de una “función universal de utilidad”[2], quedando la determinación de esta utilidad en manos de los expertos.

En este sentido, en el “yo específicamente moderno”[3] –que MacIntyre llama “emotivista”–, se manifiestan las consecuencias de esa tajante división entre convicción y responsabilidad, en la cual la ética de convicción se entiende a sí misma como “ética radical de la responsabilidad”[4]: más allá de la convicción, si mi acción tiene consecuencias (¿cuándo no?) no puedo actuar hasta que haya sopesado todas las consecuencias de mis actos. La separación entre estas dimensiones de la ética propuesta por Weber nos arroja necesariamente en una concepción utilitarista, habilitando, así, cualquier medio, para el logro de fines “útiles”. Con esta conclusión parecen coincidir  los diversos y recurrentes intentos de repensar las ideas de Bentham y Mill, como cualquiera de las diversas manifestaciones del marxismo en tanto “marchan al poder”[5], –en palabras del propio MacIntyre–.

Entonces el “yo específicamente moderno”, trata de esconder el disenso moral, entendiendo ahora por agente moral aquel que es capaz de hacer juicios “desde un punto de vista universal y abstracto”[6], despojado de cualquier desacuerdo inevitable en el ámbito de la moral (compromisos, particularidades, etc.).

Ahí radica el contraste tan agudo entre la supuesta “democratización de la actividad moral” (digamos: “todos pueden tener una opinión siempre y cuando sea desde un punto de vista pretendidamente universal y abstracto”) y el “monopolio elitista de la pericia gerencial”[7] (digamos: “la moralidad se predica sobre la base de una utilidad global cuya definición descansa en última instancia en los expertos”). Otro tanto podría decirse del contraste entre tal concepción del agente moral (que emite “juicios universales y abstractos”), y el relativismo que se defiende a capa y espada en el ámbito de la convicción; como concluye MacIntyre: “En el terreno de los hechos hay procedimientos para eliminar el desacuerdo; en el de la moral, la inevitabilidad del desacuerdo se dignifica mediante el título de ‘pluralismo’”[8].

La perspectiva utilitarista –dada la dificultad para calcular el sentido de utilidad universal de nuestras acciones, por la imprevisibilidad de las consecuencias[9]– termina dejando “la conciencia bajo la tutela de ideólogos y tecnócratas”[10], entregando nuestros juicios “a cualquier experiencia y manipulación”[11].

Esto explicaría, en la perspectiva de Snell, que, en lugar de apelar a la conciencia del ciudadano, en cuanto agente moral, sobre sus deberes hacia la comunidad y sobre los límites al gobierno, hasta los “individualistas radicales” sostengan un confinamiento forzado por fuerzas policiales y/o armadas. Esto impide al ciudadano tanto el ejercicio de su libertad (por ejemplo, su derecho a la libre circulación ejercida como un derecho dentro del ámbito legítimo de ejercicio de ese derecho[12], que no ponga en riesgo a los demás), como de la responsabilidad sociales (entender sus obligaciones hacia los demás, en este caso, hacia los mayores en riesgo en el contexto de la pandemia).

Lo expuesto no implica oponerse a un confinamiento forzoso en las actuales circunstancias, sino plantear un interrogante: ¿hasta qué punto el hecho de que el confinamiento deba ser compulsivo no es consecuencia de haber minado las bases de la libertad y la responsabilidad sociales, al negarle al ciudadano ese rol de agente moral? ¿Nos ha arrastrado esa misma perspectiva utilitarista de la sociedad, alentada a izquierda y derecha, en la que se niega a la persona su propia facultad de juzgar, de conocer cuáles son sus derechos y obligaciones en cada situación concreta, a esta anomia[13], en la cual no tenemos más remedio que obligar a la gente a quedarse en su casa, porque no podemos confiar en su juicio?

A la hora de fundamentar nuestra defensa de los controles de precios, como a la hora de explicar por qué debemos quedarnos en casa, y, aún más, a la hora de defender por qué tenemos el deber de reducir el riesgo que corre la vida de las personas mayores en el contexto de esta pandemia, los argumentos utilitaristas no parecen convincentes.

Quizá la verdadera alternativa sea “volver a la persona”: tomar conciencia de la dignidad de cada ser humano, que implica también su dignidad en cuanto agente moral. En calidad de agente, cada ciudadano es capaz de usar su libertad y de conocer, en consciencia, cuáles son sus deberes y obligaciones hacia el prójimo en cada circunstancia concreta. Como dice Rodrigo Guerra López, siguiendo a Karol Wojtyla, “la única salida de este egoísmo inevitable es el reconocer, más allá del bien puramente subjetivo (…), un bien objetivo, el cual puede unir a las personas, adquiriendo por lo tanto el carácter de bien común”[14]. Citando al difunto Cardenal Elio Sgreccia, “es del centro de la persona (que con todo su ser se abre hacia los demás semejantes) de donde nace la sociedad”; y así, el bien común no es otra cosa que “el bien que se realiza de forma suficiente y justa en todos y cada uno de los que componen la sociedad”[15].

Ponernos de acuerdo sobre un criterio para definir derechos o calcular utilidades, o adherir a un catálogo determinado de derechos y obligaciones fundado en la autoridad de tal o cuál autor, de tal o cuál instrumento jurídico, no resulta suficiente. Necesitamos fundar esos derechos y obligaciones en la dignidad de la persona humana, cuya aspiración última a la felicidad no puede realizarse a costa del otro; no puede alcanzarse si no es en comunidad.

El COVID-19 ha demostrado, como propone Christopher Beem en un reciente artículo[16], que la búsqueda de la felicidad, de la felicidad verdadera, importa; que esa búsqueda es un camino vedado para una perspectiva individualista; y que esa felicidad no es susceptible de ser calculada en términos de utilidad. Como concluye Chris MacCandless, –el joven cuya vida retrata de manera genial y profunda Sean Penn como director en la película Into the Wild–, mientras agoniza, solo, al final de su periplo en Alaska: la felicidad no es real si no es compartida.

Por Alejandro E. Williams Becker


[1] R. J. Snell, “Pandemics and the Agency of Citizens” (2020) en The Public Discourse, https://www.thepublicdiscourse.com/2020/03/61744/ (disponible en internet el 31/III/2020).

[2] Robert Spaemann, Ética: cuestiones fundamentales, 5a ed., EUNSA, Pamplona, 1998, p. 85.

[3] Alasdair MacIntyre, Tras la virtud, Biblioteca de Bolsillo, Barcelona, 2ª ed., 2004, p. 50.

[4] Robert Spaemann, op. cit., p. 84.

[5] Alasdair MacIntyre, op. cit., p. 341.

[6] Ídem, p. 50.

[7] Ídem.

[8] Ídem.

[9] Robert Spaemann, op. cit., p. 84.

[10] Ídem, p. 85.

[11] Ídem, p. 87.

[12] cfr. Fernando Toller, “Metodologías para tomar decisiones en litigios y procesos legislativos sobre derechos fundamentales”, en Julio César Rivera, Tratado de los Derechos Constitucionales,  Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2014.

[13] “anomia. 2. f. Psicol. y Sociol. Conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación”. (Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.3 en línea], https://dle.rae.es/anomia [disponible en internet el 27/IV/2020]).

[14] Rodrigo Guerra López, Volver a la Persona, Caparrós Editores, Madrid, 2002, p. 16.

[15] Elio Sgreccia, Manual de Bioética Tomo I, BAC, Madrid, 2014, pp. 154-155.

[16] Christopher Beem, “Coronavirus reminds Americans that pursuit of happiness is tied to the collective good” (2020) en The Conversation, https://theconversation.com/coronavirus-reminds-americans-that-pursuit-of-happiness-is-tied-to-the-collective-good-133599 (disponible en internet el 27/IV/2020).