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India y otros países ponen un freno al turismo reproductivo

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Una noticia que impacta en el mundo y se repite en varios titulares es el pedido por parte del Ministerio de Salud de India de vetar la maternidad subrogada o alquiler de vientres para extranjeros. De esta forma, se busca desvincular el concepto de “turismo reproductivo” de la India[1].

El Ministerio de Asuntos Externos de la India establece ciertas exigencias, en su mayoría formales, para las parejas extranjeras que viajan con el fin de acceder a la subrogación de vientres. La exigencia central, y la única que detenta un carácter de fondo, es la conformación de un matrimonio heterosexual con una mínima duración de dos años. Además de otra serie de requisitos, la norma busca encarrilar este tipo de pedidos en lo que describe como “visa médica”, denegando cualquier tipo de habilitación, si quiera someramente preliminar, a la visa turista como medio de acceso a la subrogación.[2]

El gobierno de la India busca cerrar, de forma parcial, este comercio que se realiza sobre las mujeres, reduciendo su acceso a residentes del país. Este anuncio generó un alerta desde el aspecto económico por los miles de millones que genera esta “industria”. Sin embargo, de a poco se vuelve a gestar de forma una incipiente conciencia acerca de el lugar que ocupa la persona humana, la cual hoy es convertida en objeto sometiéndola al sistema en lugar de hacer el mismo funcional a aquélla.

Por su parte, Tailandia, otro de los países donde esta actividad ha tenido desarrollo, ha dejado de practicarla a partir del escándalo conocido como Baby Gammy. El caso involucró a un bebé con Síndrome Down (Baby Gammy) nacido a través del uso de alquiler de vientres. Los pretensos padres, una pareja australiana, al descubrir los rasgos genéticos propios del bebé decidieron abandonarlo. El repudio a tal actitud fue generalizado.

Al cerrarse el “mercado” de vientres de India y Tailandia, algunos se dirigen hacia Camboya. Pero este país establece en su legislación penal que se encuentra terminantemente prohibido el uso de intermediarios entre un padre adoptivo y una mujer embarazada. Queda entonces penada la intervención de una tercera parte en lo que hace al nacimiento de un menor. Ante esta situación, a modo de ejemplo, podemos mencionar que el Gobierno australiano advierte a quienes viajan para fines de turismo reproductivo que en Camboya el comercio sobre la subrogación de vientres es ilegal, destacando que las consecuencias legales por aquélla actividad son la prisión y multas.  Además, existe la advertencia de que las madres que requieran estos servicios pueden considerarse víctimas del tráfico de personas.

En Camboya, la misma legislación de fondo no otorga ningún tipo de seguridad a las parejas que hacen turismo reproductivo. De esta forma, para establecer la paternidad sobre el menor nacido, deberá requerirse un formulario donde se asiente el consentimiento de la mujer que se presta como madre subrogante para poder inscribir al menor. No hay ningún tipo de mecanismo legal que permita a la subrogante declinar su estatus de madre. Por otra parte, el padre biológico también tiene que ser consultado y dar su consentimiento, pues la responsabilidad parental es conjunta.[3]

También en Nepal se han tomado medidas contra el alquiler de vientres. Se afirma que más de 20 parejas australianas, de entre 50 familias, se encuentran atrapadas en Kathmandu, sin poder llevarse a sus bebés, frutos de la subrogación de vientres, ya que la Corte de Nepal ha proscripto estas prácticas.[4]

Estas noticias dan cuenta de los intentos de limitar este “comercio” a nivel internacional. Estas leyes y posiciones de los gobiernos orientales parecen demostrar algún cambio y una incipiente tutela hacia la mujer y el niño, poniendo obstáculos al tráfico de personas, con sus normas y sanciones penales. Quizá una conciencia generalizada sobre el tema comience a generar un vuelco en la tendencia relativista e individualista de la humanidad en esta industria biotecnológica. El caso Baby Gammy es un claro llamado a la abolición de estas prácticas como un comercio turístico, que explota a la mujer y donde el niño se convierte en descartable y un objeto de consumo con “garantía de devolución”.

Informe de Ludmila A. Viar

[1] http://www.cbc-network.org/2015/10/let-the-fear-mongering-begin/

[2]http://boi.gov.in/content/surrogacy

[3]http://familiesthrusurrogacy.com/surrogacy-by-country/surrogacy-in-cambodia

[4]http://www.eggdonor.com/blog/2015/10/29/indias-reproductive-tourism-industry-closed-patients-perilously-cambodia/