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Aborto: el fracaso de las políticas públicas para la maternidad vulnerable

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Resumen de la ponencia correspondiente a la exposición de Alejandro Williams Becker en la reunión informativa del 17 de abril de 2018 sobre los proyectos de ley de legalización del aborto en debate ante las Comisiones de Legislación General, Legislación Penal, Acción Social y Salud Pública y Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia de la Cámara de Diputados de la Nación Argentina.

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Por Alejandro Williams Becker

Esta ponencia apunta a abordar el debate del aborto desde las ciencias políticas, más específicamente, desde el análisis de las políticas públicas. Podemos resumir la perspectiva de políticas públicas incorporada en la primera parte de la ponencia en dos consideraciones; a saber: primero, que “el acceso a la agenda no es libre o neutro” (Meny y Thoening 1992: 123); y en segundo lugar que en la percepción que cada uno de los actores sociales tiene de los problemas y en la definición que le atribuyen se halla incluida ya de antemano una propuesta en términos de políticas públicas que en esa percepción subjetiva —individual o colectiva— se representa como solución.

Esto aplicado al debate de aborto podría explicar que los mismos proyectos necesiten remitirse a los factores determinantes de la vulnerabilidad de la mujer, pero no propongan ninguna solución pertinente para esos factores. En el fondo lo que persiguen no es resolver la vulnerabilidad de la mujer, sino lisa y llanamente, legalizar el aborto.

IDENTIFICACIÓN O CONSTRUCCIÓN COLECTIVA DE UN PROBLEMA: LA COMUNIDAD INTERNACIONAL, LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LAS ORGANIZACIONES DE LA SOCIEDAD CIVIL

Se analiza luego el proceso de surgimiento, construcción colectiva, legitimación, definición y calificación en el marco de la salud pública del problema planteado. En esta etapa se relevan los diversos matices que los fundamentos de cada uno de los proyectos presentados le asignan al problema de la demanda de abortos clandestinos por un lado, de la maternidad vulnerable o la existencia de embarazos no deseados como origen de esa demanda, por el otro. Luego se indaga en el proceso de movilización pública, el diseño de la solución propuesta en el proyecto en debate, y su vinculación y pertinencia en relación al problema y a su definición, incluyendo también un estudio de la articulación en ese diseño de actores nacionales y transnacionales, prestando particular atención al rol de los organismos internacionales, los medios de comunicación y las organizaciones civiles.

Respecto a los primeros, se hace referencia por un lado al mecanismo implementado a partir del National Security Study Memorandum 200 del año 1975, en virtud del cual el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial se convirtieron en los promotores de la política exterior orientada a lograr la sanción de leyes que favorecieran el aborto en el resto del mundo. Lejos de abonar una teoría conspirativa, y sin perder de vista que los fenómenos sociales nunca pueden explicarse por una sola causa, no podemos obviar la evidencia. El National Advisory Council on International Monetary and Financial Policies es sindicado como uno de los organismos encargados de orquestar estos programas. Del mismo modo, el Fondo de Población de las Naciones Unidas articula muchas de estas políticas en relación al Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Africano de Desarrollo (conf. Westen 1999).[1] Se señalan en esta línea, préstamos del BID y el BIRF vinculados todos a la difusión de salud reproductiva entendida como un concepto conglobante y difuso en el que se incluye al aborto. También menciono aunque también excede al objetivo de esta ponencia, es la jugosa financiación de ONGs norteamericanas, como Planned Parenthood (financiada en buena parte por los Estados Unidos), que reciben las ONGs locales que abogan aquí por la liberalización del aborto.

A todo esto seguramente se refería Eduardo Galeano cuando se pregunta “¿qué se proponen los herederos de Malthus sino matar a todos los próximos mendigos antes de que nazcan?” y responde denunciando que “McNamara, el presidente del Banco Mundial que había sido presidente de la Ford y secretario de defensa afirma que la explosión demográfica constituye el mayor obstáculo para el progreso de América Latina y anuncia que el Banco Mundial otorgará prioridad, en sus préstamos, a los países que apliquen planes para el control de la natalidad” (Galeano 2004: 20).

En relación a los medios de comunicación, es interesante citar aquí a Carlin, quien señala que existe, en efecto, un “sesgo de clase”[2] vinculado a la percepción que los medios pregonan a favor de la liberalización del aborto (Carlin 1995: 7-8). Esto se vincula con el argumento que también se desarrolla en profundidad en la ponencia, en torno al origen neoclásico del concepto de autonomía o libertad que subyace a las posturas favorables a la legalización del aborto. En efecto, los propietarios y periodistas de los medios de comunicación masiva son personas que, por su pertenencia social, conciben la elección del aborto como algo mucho más libre que lo que perciben los que verdaderamente se encuentran en situaciones de pobreza o vulnerabilidad social, quienes en tantas otras decisiones de la vida cotidiana no eligen haciendo uso de una autonomía de la voluntad, sino constreñidos por sus propias limitaciones económicas.

En tercer lugar, nos encontramos con la influencia de las organizaciones de la sociedad civil, que se arrogan la representación de las mujeres en general, y de aquellas en situación de vulnerabilidad en particular. Es particularmente fuerte en el manejo tanto de los medios como de las organizaciones civiles de este asunto del aborto el recurso a su vinculación con la pobreza. Parsons cita al respecto a Lister, quien “argumenta que, por ejemplo, la forma en que se define la pobreza ha tenido un impacto crucial en las respuestas de políticas públicas” (Parsons 2007: 121). En efecto, Lister afirma que “el lenguaje que cada uno emplea para conceptualizar la pobreza es importante porque transmite imágenes capaces de definir actitudes hacia los pobres y capaces de definir las propias actitudes de los pobres y la imagen que tienen de sí mismos” (Lister 1991 citado por Parsons 2007: 121).

Como corolario a estos tres factores que influyen en la construcción del problema como demanda social de una respuesta en términos de políticas públicas, lo que nos encontramos del otro lado es la oferta gubernamental. Meny y Thoening hablan de “la tiranía de la oferta gubernamental” al modo en el cual el Estado puede estructurar y condicionar “las necesidades de acción pública que experimenta la población” (2007: 111). En efecto, “Schattschneider y Cobb y Elder aportan modelos para el establecimiento de la agenda que pueden usarse empíricamente para mostrar cómo los intereses de aquellos con una posición dominante o monopólica en determinado ámbito de las políticas públicas están motivados a asegurar que el tema esté enmarcado en rígidos parámetros” (Parsons 2007: 161).

Dicho en otras palabras, quienes tienen que decidir políticas públicas prefieren dejar enmarcada la solución de la maternidad vulnerable en una mera ley de despenalización del aborto, antes que debatir las verdaderas soluciones para sacar a esas madres de esa situación de vulnerabilidad.

RECAPITULANDO

Recapitulando, hasta acá, podemos extraer dos conclusiones:

Que detrás de este debate hay un grupo cohesionado, articulado y con acceso e influencia en la agenda pública, integrado por políticos, funcionarios, multimedios, periodistas, celebridades, organizaciones de la sociedad civil locales e internacionales que trabajan hace mucho tiempo por la liberalización del aborto por motivaciones diversas.

Que la demanda de estos grupos cuenta con el favor de las medidas propiciadas en términos de política demográfica por las grandes potencias a través de mecanismos de soft power de política exterior como financiación internacional a través de organizaciones civiles y organismos internacionales.

¿AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD O VULNERABILIDAD DE LA MUJER?

Lo que se propone demostrar en este punto es que, en la construcción discursiva del tema en agenda, se plantea la despenalización, legalización o liberalización del aborto en términos ambiguos, haciendo uso por un lado de argumentos vinculados a la libertad o a la autonomía de la voluntad definida en términos neoclásicos, a la vez de apelar a la sensibilidad del público argumentando desde la situación de la vulnerabilidad materna.

Analizando el recurso ecléctico y ambivalente a los argumentos de la “vulnerabilidad de la mujer” por un lado, y de “autonomía de la voluntad” por el otro, se termina concluyendo, como afirma Marx Ferree, que “quienes se pronuncian a favor del aborto se niegan a reconocer que la coerción social puede coexistir con libertades formales legales y a admitir que la ‘libre elección’ no sería experimentada como una elección bajo ningún aspecto”. Entonces, como ocurrió en el caso del “discurso del derecho al aborto en los Estados Unidos”, se “margina a las mujeres que son en realidad víctimas, que fueron abandonadas por el Estado a lidiar con la crisis económica, personal y social que experimentan con su embarazo”. En definitiva “las mujeres pobres y las de color (sic) están sobrerrepresentadas entre aquellas que no sienten que tengan una opción de criar a un hijo y que, en lugar de eso, se pueden sentir compelidas y coercionadas hacia la esterilización, a dar en adopción o a abortar[3] (Solinger 2001; Roberts 1997 citados en Marx Ferree 2003: 336).

¿POR QUÉ LAS MUJERES RECURREN A UN ABORTO?

Seguidamente, se confrontan en la ponencia las variadas definiciones vertidas con la evidencia empírica de que se dispone, para tener una real dimensión de la gravedad, y características de los problemas estructurales que inciden tanto en la demanda de abortos como en la vulnerabilidad de la mujer y en la no deseabilidad de un embarazo.

Se incorpora para ello la evidencia disponible, proveniente de diversos países, sobre las causas que llevan a una mujer a buscar un aborto como solución en cada caso individual donde podemos vislumbrar en qué medida el problema definido como “demanda de abortos clandestinos” se explica por las causas que configuran lo que denominamos “maternidad vulnerable”. Se hace aquí especial énfasis en las razones por las que las mujeres recaen en el aborto, para ver si efectivamente el aborto les ha resuelto algo, o al contrario, las razones vinculadas a la vulnerabilidad se verifican progresivamente en mayor proporción en las mujeres que repiten el aborto.

¿POR QUÉ LAS MUJERES RECAEN EN EL ABORTO? HISTORIAS DE ABORTOS REPETIDOS

La conclusión más alarmante de un estudio sobre el aborto en Túnez es que el 42,2% de las mujeres buscando abortar ya habían experimentado al menos un aborto antes. Lo que destaca, y es relevante para nuestra argumentación, es que esas tasas se repiten en estudios realizados en Suecia, Estados Unidos e Inglaterra[4] (El Mhamdi et al. 2015: 4). En un estudio en Dinamarca “más de un 35% de las mujeres en análisis habían tenido un aborto previamente”[5] (Makenzius et al. 2011: 374). Aquellas mujeres que recurrían a abortar habiéndolo hecho antes era más probable que tuvieran hijos, estén desempleadas o de licencia médica, fumen diariamente, no tengan apoyo emocional de alguien cercano con quien compartir pensamientos y sentimientos, y también tenían menos nivel educativo[6] (ídem: 371).

Las tasas de mujeres solteras también son significativamente más altas (23.7 % contra 9.7) en las mujeres que repitiendo el aborto con relación a la primera vez. Esto es coincidente en estudios en Túnez, Dinamarca, Escocia y Finlandia[7] (ídem: 3-4).

También se verifica, entre quienes repiten la práctica del aborto, una brecha escandalosa (42,8% contra 13,9%) en comparación a las del primer aborto (cuyo porcentaje también es de por sí un escándalo) en el número de las que denuncian conflictos con su pareja, incluida violencia psíquica y sexual (ídem: 3).

Asimismo en un estudio sobre mujeres mexicanas buscando acceder a un aborto en San Diego, California, un 17,2% manifestó haber abortado previamente[8] (Grossman et al 2012: 1063). El 85% de las mujeres mexicanas buscando un aborto en San Diego, California, conocían dónde podían acceder a contracepción de emergencia[9] (ídem).

LAS CONSECUENCIAS DEL ABORTO, SEGÚN LAS PROPIAS MUJERES

Una investigación que se propuso indagar en las percepciones de las mujeres que han abortado, sobre 987 casos en los Estados Unidos, al ser preguntadas sobre las más importantes consecuencias positivas, si las hubiera, sobre su decisión de abortar, el 31% respondió “Ninguna”. Entre las respuestas que menciona el estudio se encuentran: “Mi vida no es mejor, es mucho peor. Cargo con el dolor de un niño perdido para siempre. Aunque sé que soy perdonada y he trabajado la culpa y la vergüenza, la conmoción todavía permanece. Preferiría ser una madre soltera de dos y tener a mi bebé acá para amar e idolatrar que el dolor de unos brazos vacíos[10].

Al ser preguntadas por las consecuencias negativas, si las hubiera, de esa misma decisión de abortar, casi el 24% señala el hecho de ser responsable de la decisión de la muerte de su hijo. Haber pasado años de enojo, vergüenza y dolor.

Siguiendo con el orden de las respuestas más reiteradas, la depresión ocupa el segundo lugar (14,4%) seguida por la culpa (14%), seguido por el enojo con sí mismas por haber abortado, (12,4%), la vergüenza (11%), haber caído en adicciones (9%), seguidas por el arrepentimiento, las conductas auto-destructivas, la ansiedad, y un 6,2% manifestó haber intentado un suicidio. (ídem: 116-117).

Un estudio del Elliot Institute for Social Science Research reporta las siguientes estadísticas entre mujeres que han abortado: (…) 50% comenzaron o aumentaron el consumo de alcohol y drogas (…) 28% intentó suicidarse (…) 52% denuncia haber sentido presión de otros para abortar[11] (Karminski Burke 1994: 2).

El Royal College of Obstetricians and Gynaecologists del Reino Unido publicó en 2004 un documento sobre el aborto donde reconoce que algunos estudios sugieren que las tasas de enfermedades psiquiátricas y de daño auto infringido son más altas entre mujeres que han tenido abortos comparados con mujeres de la misma edad que dieron a luz y mujeres que no estuvieron embarazadas[12] (RCOG 2004: 9 citado por Fine-Davies 2007: 32).

ANÁLISIS

De los diversos estudios, que se analizan en particular en la ponencia, surge que las razones por las cuales las mujeres demandan abortos varían en los distintos países, incluyendo el tener muchos hijos, las fallas en la contracepción, la selección del sexo, razones médicas, violencia doméstica. La variedad de estas causas no parece escapar a las consideraciones de algunos de los proyectos en debate, por ejemplo cuando se alude a “causas ‘sociales’ de un embarazo no deseado (…) dificultades sociales o económicas, la pérdida de la vivienda o el empleo, la edad, el abandono de la pareja, el desarrollo personal o plan de vida, etc.” (Expte. 2492-D-2017).

Lo curioso es que en ninguno de los proyectos se ensaya al menos una clasificación entre los factores que verdaderamente están poniendo en evidencia un contexto de vulnerabilidad de la mujer, con aquellos que no tienen que ver más que con la mera alegación de prioridades de corte más individualista. Así, este mismo proyecto habla sin mucha especificidad de “razones sociales o económicas”[13] o de “razones socioeconómicas”[14]

Lo que es decisivo es que lo que en todos los estudios existe, al menos en un cierto porcentaje, es una injerencia de las presiones de otros y de las circunstancias para haber tomado la decisión de abortar. Esto interpela fuertemente a la alusión permanente a una libertad definida en términos de autonomía de la voluntad que se reitera en los argumentos a favor de la despenalización. En contraste una vez más con esa pretendida decisión libre de abortar, las mujeres denuncian la coerción sufrida, violencia intrafamiliar, etc.

También podemos concluir que el hecho de estar casadas o solteras no representa uniformidad en los distintos estudios. Tampoco influye la estabilidad en la pareja en la exposición a la violencia doméstica, aunque su incidencia de la violencia si podría tener que ver con menor nivel educativo, con haber sufrido violencia física durante su infancia, y con el grado de dependencia financiera con relación a su pareja. Lo decisivo en relación a la violencia doméstica es su incidencia en la tasa de abortos repetidos.

Y aquí es donde me gustaría detenerme. Hemos visto que son distintas las circunstancias que llevan a una madre a abortar. Sin embargo, las que más afectan su libertad para elegir libremente, son las que más influencia tienen cuando miramos las estadísticas de las mujeres que caen en el aborto más de una vez: violencia doméstica, falta de educación, dependencia financiera, etc. Esto habilita a plantear que efectivamente el aborto no contribuye a resolver ninguno de los verdaderos problemas que llevan a esas mujeres a abortar.

También queda en evidencia que sigue existiendo una porción de los embarazos no deseados cuya razón escapa al contexto de vulnerabilidad, tales como las expectativas de vida, carrera profesional, las fallas en la contracepción, la selección del sexo, etc. Acá la objeción aparece con mayor fuerza y evidencia contra el argumento neoclásico de la autonomía de la voluntad: ¿por qué debiera el Estado hacer lugar a una reivindicación individualista de un pretendido derecho a la autodeterminación de las parejas que pudieron en efecto haber optado por no quedar embarazadas?

Vimos que la disponibilidad de contraceptivos no afecta la tasa de abortos, lo cual demuestra que incluso las parejas informadas y con acceso a contraceptivos, terminan acudiendo al aborto, no como ultima ratio sino como un método anticonceptivo más. En Estados Unidos la propia Corte Suprema reconoció en 1992 en la causa Planned Parenthood v. Casey que “muchos americanos han organizado sus vidas confiando en la disponibilidad del aborto para el caso de que la contracepción falle”[15] (Doerflinger 2014: 2).

De las consecuencias del aborto podemos deducir que muchas mujeres se perciben efectivamente responsables de la decisión de la muerte de un hijo, incidiendo esto en su salud psíquica, que muchas manifiestan no hablarlo con nadie que no fuese su marido, lo cual podría ser un factor preocupante en casos de violencia física o psíquica por parte de la pareja, además de señalar la depresión, incurrir en adicciones, haber intentado un suicidio.

CONCLUSIONES HASTA AQUÍ

Estas últimas conclusiones debieran integrarse a las que ya veníamos esbozando, a saber:

La existencia de un grupo cohesionado, articulado, y con acceso e influencia en la agenda pública, integrado por políticos, funcionarios, multimedios, periodistas, celebridades, organizaciones de la sociedad civil locales e internacionales que trabajan hace mucho tiempo por la liberalización del aborto por motivaciones diversas y que cuentan con el favor de las medidas de política demográfica por las grandes potencias a través de mecanismos de soft power en términos de política exterior como el financiamiento.

Estos mismos grupos son los que defienden la liberalización del aborto oscilando entre argumentos que hablar de la vulnerabilidad de la mujer (de los factores que hacen que la mujer no elija feliz y libremente abortar) a la vez que defienden la implementación del aborto libre, con una concepción de libertad a la que nada le importaría en qué forma aquella vulnerabilidad incidiera en esta elección.

Después de estas últimas indagaciones, sin exigir nuestras conclusiones más allá de lo razonable, podemos afirmar que existe una porción de esa demanda de abortos donde efectivamente la mujer no eligió, o no tuvo opción de elegir, y fue forzada por sus circunstancias o por otras personas. Habiendo ahora conocido un poco más las dimensiones del problema, podemos afirmar que existe una porción de la demanda de abortos en los que la no deseabilidad del aborto se vincula con la vulnerabilidad de la madre que no elige libremente abortar.

Este sí parece ser un problema, el de la maternidad vulnerable, el cual el Estado debe resolver atacando sus causas (las dimensiones de esa vulnerabilidad), y no sus efectos (la demanda de abortos, uno de ellos). Desde que no toda la demanda de abortos se explica por la maternidad vulnerable, habrá una porción de esa demanda que deberá desalentarse a través de las herramientas de que el Estado dispone a ese efecto, la primera de ellas, la educación.

En este contexto, es inadmisible que se funde la defensa de la liberalización del aborto en un concepto de la autonomía de la voluntad, “incluyendo a las mujeres embarazadas en la categoría de personas que pueden ejercer una decisión” de abortar “sin considerar sus circunstancias sociales”[16] (Marx Ferree 2003: 336).

Vamos a descubrir que buena parte de los argumentos de prospectiva en torno a este debate del aborto se hallan respaldados por conjeturas que revisten ese carácter de meras opiniones sin correlato en casos relativamente paralelos de otros países, unidos a ese consenso de esa policy community que defiende la liberalización del aborto tratando de acomodar sus argumentos al contexto de moda, y apelando a sensibilizar a la opinión pública.

LA FORMULACIÓN DE ALTERNATIVAS

Entrando ya en el estudio de las alternativas de actuación, y en un marco de análisis comparado, se evalúa el impacto que la legalización del aborto ha tenido en otros países sobre las dimensiones de la maternidad vulnerable. Posteriormente, se indaga cuáles son las soluciones alternativas adoptadas en otros países y que cumplan los requisitos de racionalidad, coherencia relevancia, y pertinencia entre el problema y la solución adoptada, relevando el impacto que han tenido sobre las causas específicas que coadyuvan a la maternidad vulnerable.

Se verifica una falta de correlato de las afirmaciones, vertidas en los proyectos de ley que prevén la liberalización del aborto, con la realidad de la política comparada.

Quizás tenga que ver con que no tienen en cuenta los factores que llevan en el caso concreto a la mujer a abortar: una recopilación de diferentes artículos y publicaciones trae a colación “estudios que afirman que el 40% de las mujeres a las que se les negaba el derecho al aborto, los buscaban en otros lugares”. Lo cual arroja que el 60% restante efectivamente no aborta, según estos estudios, al restringírsele el acceso al aborto. Continúa afirmando que “pocas madres eligen darlo en adopción, y que en la mayoría de los casos las madres proceden a criar a esos chicos ellas mismas”. Agrega que “estudios de largo plazo han demostrado que en algunos casos hasta el 30% de las mujeres que no accedieron al aborto continúan expresando sentimientos negativos o ambivalentes respecto al niño”.

Sea lo que fueren aquellos “sentimientos negativos o ambivalentes”, el análisis de lo expuesto por estos estudios deja en evidencia que un número alrededor del 60% de las mujeres a las que se les niega un aborto y deciden tener su hijo, y luego de tenerlo no lo dan en adopción, no tendrían “sentimientos negativos o ambivalentes a su niño sino, presumiblemente, unos mejores[17] (Dagg 1991: 584 citado en Fine-Davis 2007: 13).

Analizando las divisiones del feminismo en Estados Unidos en relación al aborto, Marx Ferree destaca que “la Red de Salud para Mujeres Negras y otros grupos de mujeres de color intentaron hablar por esas mujeres [que en efecto hubieran elegido tener a un hijo] pero virtualmente nunca tuvieron voz en los medios y son abandonadas en su campo de la moral radical por las corrientes principales. Sus posturas radicales no entran en la plana mayor de la representación mediática. La virtual ausencia del discurso proteccionista en el movimiento del derecho al aborto en los Estados Unidos no elimina la experiencia actual de las mujeres que en efecto hubieran elegido tener a un hijo si existiera tal “libertad de elegir”[18] (Marx Ferree 2003: 336).

Un informe de Elard Koch “cuyos primeros resultados fueron expuestos a la comunidad internacional en Naciones Unidas en Nueva York (…) muestra que la mayoría de las mujeres embarazadas en situaciones de vulnerabilidad que reciben ayuda efectiva y acompañamiento integral, cambian su decisión de abortar. Esto proporciona nueva evidencia para sostener que tanto los programas de prevención del aborto, como aquellos que apoyan a la mujer embarazada con algún riesgo de abortar, son efectivos cuando se enfocan en resolver la situación de vulnerabilidad que lleva a considerar el aborto” (Koch 2013 citado en Centro de Bioética 2018: 16).

LA ADOPCIÓN DE UNA ALTERNATIVA

Como toda política pública encubre una teoría del cambio social (Meny y Thoening 1992: 96), defiendo que en esta instancia las alternativas deberían evaluarse en un proceso decisorio que, siguiendo a Etzioni, debe incluir las perspectivas intelectuales y la consideración de los especialistas en relación a la naturaleza del problema, combinando propuestas de carácter general con medidas incrementales (Parsons 2007: 324/458). Esto nos va a mantener a salvo de un concepto de libertad vinculado a una idea de “racionalidad neoclásica” (Etzioni 2007: 184), a la vez de no caer en soluciones que no pasen de ser una mera “señal simbólica” o se limiten a “reglamentar una parte simbólica del problema” (Meny y Thoening 1992: 125-126) sin resolver las cuestiones de fondo.

De esta última objeción parece defenderse uno de los proyectos de liberalización del aborto presentados: “El Estado tiene la obligación de dar una respuesta a estas mujeres, no puede mirar para otro lado. El aborto no es una salida rápida, sino la última herramienta cuando ya fallaron ciertos valladares, como una educación sexual adecuada, una contención social integral, entre otros” (Expte. 0443-D-2018). La pregunta es: ¿cuándo vamos a encargarnos de que esos “ciertos valladares” no fallen?

“El aborto tiene una serie de verdades espantosas”, afirma un estudio ya referido en esta ponencia: “Una de ellas es que muchos abortos son promovidos por las condiciones sociales, los escenarios sociales y las presiones sociales que han removido una robusta y segura red de apoyos formales e informales que deberían existir y que, de hecho, existen en otros países. Los abortos son desproporcionadamente altos entre mujeres de bajos recursos y mujeres de color. Este es un buen indicador de que por lo menos las mujeres están eligiendo abortar porque sienten que no pueden proveer materialmente al chico que de otra manera criarían[19]” (Coleman et al. 2017: 118).

Otro de los trabajos ya citados al indagar en las razones por las que una mujer aborta, realizado en Suecia, incluía una pregunta orientada a los factores socioeconómicos que hubieran permitido a la mujer continuar su embarazo hasta el final. Las respuestas más habituales de las propias mujeres que abortaron fueron: apoyo económico, oportunidades laborales, acceso a un hogar propio o más amplio, mayor licencia parental y mejores horarios en los centros de día para niños[20] (Makenzius et al. 2011: 373).

Los proyectos de liberalización del aborto reclaman con énfasis que “el Estado debe dar respuesta a esta problemática que no debe continuar en la clandestinidad, considerando su relevancia socio-sanitaria” (Expte. 0569-D-2018). La falta de pertinencia entre la solución —que no continúe en la clandestinidad— con el diagnóstico de la problemática y su relevancia socio-sanitaria es palmaria.

Cuando el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas manifiesta que “[e]l Estado Parte debe modificar su legislación de forma que la misma ayude efectivamente a las mujeres a evitar embarazos no deseados y que éstas no tengan que recurrir a abortos clandestinos que podrían poner en peligro sus vidas” (citado en Expte. 0443-D-2018), ¿de dónde se desprende que la solución “evitar embarazos no deseados y que [las mujeres] no tengan que recurrir a abortos clandestinos” no pueda lograrse sin liberalizar el aborto?

Llama poderosamente la atención como uno de los proyectos que más tela para cortar ha dado a este análisis, manifiesta sin reparos argumentos inadmisibles de “costes y beneficios en términos de salud pública” (Etzioni 2007: 117) como un fundamento para la liberalización de esta práctica: “El aborto sin riesgos es una forma de ahorrar costos. El costo incurrido por los sistemas de salud en el tratamiento de las complicaciones de un aborto inseguro es abrumador, en especial en los países de escasos recursos (…) Las bases económicas fortalecen aún más los fundamentos lógicos de la salud pública y los derechos humanos para brindar un aborto sin riesgos”. (Expte. 2492-D-2017).

Si el objetivo es resolver los factores de la vulnerabilidad, la coherencia interna “con los instrumentos y su adecuación con los problemas”, bajo ningún punto podría llevarnos a adoptar como solución a ese problema de vulnerabilidad la liberalización del aborto. La coherencia externa nos invita a reflexionar sobre cuánto de lo que hace y omite hacer el Estado en materia de política social y sanitaria coadyuva a mantener a tantas mujeres en situaciones de vulnerabilidad que constituyen factores de riesgo vinculados al aborto.

CONCLUSIONES FINALES: ¿LEGALIZAR EL ABORTO RESUELVE LOS VERDADEROS PROBLEMAS QUE LLEVAN A LA MUJER A ABORTAR?

Si reconocemos que la demanda de abortos incide en la mortalidad materna, y que parte de esa demanda de abortos se explica por las condiciones de vulnerabilidad que afectan la libertad de esa mujer, la respuesta más razonable no deja de ser resolver las causas que condicionan ese contexto de vulnerabilidad de la madre que termina decidiendo abortar. Máxime cuando en el aborto efectivamente muere un niño, una madre sufre por las consecuencias de abortar, y tiene que seguir viviendo en las mismas circunstancias que la llevaron a abortar y que, probablemente, como demuestra la experiencia internacional, la lleven a hacerlo otra vez. Como ya se mencionó, quienes promueven el aborto “se niegan a reconocer que la coerción social puede coexistir con libertades legales formales y a admitir que la ‘libre elección’ puede no ser experimentada como una elección bajo ningún punto”[21] (Marx Ferree 2003: 336).

Citando a Doerflinger, “al final quizás todo es mucho más simple: si se quieren menos abortos, hay que oponerse al aborto; si se quieren muchos abortos, hay que promoverlo”. El mismo autor atribuye el cambio de tendencia en la percepción del aborto en su país a una toma de conciencia sobre “lo que el aborto es: un acto de violencia contra la vida, una aflicción para la mujer, la corrupción de la medicina, y la vergüenza para una sociedad civilizada”. Y remata proponiendo que “la educación para un progreso más profundo debe ser acompañado por pasos positivos para ayudar a la mujer en riesgo de aborto, y para ayudar a los profesionales de la salud y a los políticos a dirigirse hacia las verdaderas necesidades de la mujer”[22] (Doerflinger 2014: 5). Concluyendo:

  • No todos los embarazos “no deseados” terminan en un aborto clandestino. En efecto, las restricciones al acceso al aborto contribuyen a que muchas mujeres lleven a término sus embarazos y terminen criando sus hijos sin “sentimientos negativos” (Fine-Davis 2007: 13) hacia ese hijo, con las alegrías y las dificultades que en mayor o menor medida el hecho de ser madre acarrea en todos los casos y bajo cualquier circunstancia. Siempre existe para ese niño y esa madre la opción de la adopción, cuya viabilidad requiere en nuestro país una profunda reflexión.
  • No todos los embarazos no deseados que llevan a una madre a abortar clandestinamente se explican por factores de vulnerabilidad, como confirma uno de los proyectos al aludir a “aquellas mujeres que, en base a sus recursos económicos pueden garantizar para sí mismas una práctica abortiva segura, discreta y silenciosa”. En todos los países se verifica una proporción de la demanda de abortos explicada por diversas causas a las que el Estado no tiene por qué proveerle los medios para incentivarla a quitar una vida.
  • Para esa porción de la demanda de abortos que se encuentra asociada a factores de riesgo vinculados a la maternidad vulnerable, tampoco es solución que el Estado les provea el aborto, como lo prueba la mayor representatividad de estos factores en los casos de abortos repetidos.
  • Las únicas soluciones que puedan preciarse de tales serán aquellas que ataquen de raíz esos factores: “sistema integrado de prestaciones”, “prioridad de atención de la madre vulnerable”, “especial atención a la embarazada adolescente”, “detección temprana y orientación”, “diagnóstico, orientación y derivación”, “seguimiento y citación para control”, “inversión en infraestructura e insumos”, “capacitación e intervención interdisciplinaria”, “coordinación y articulación de la red de prestadores”, “elaboración de información confiable” (Centro de Bioética, Persona y Familia 2018: 29-33), “apoyo económico”, “oportunidades laborales”, “acceso a un hogar propio o más amplio”, “mayor licencia parental” y la creación de “centros de día para niños”[23] (Makenzius et al. 2011: 373), son sólo algunas ideas.

 

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[1] “The IMF and World Bank, are completely entrenched in the provision and promotion of population control – and thus, abortion – in poor countries in which they operate. Their direction actually stems from the United States government itself (…) A special division of the U.S. Treasury Department known as the National Advisory Council on International Monetary and Financial Policies has orchestrated the programs of the IMF and World Bank to fall in line with U.S. foreign policy, which officially includes population control (…) In establishing population control, NSSM said, “Involvement of the (World) Bank in this area would open up new possibilities for collaboration.” The study also noted that the U.S. government played “an important role in establishing the United Nations Fund for Population Activities to spearhead a multilateral effort in population as a complement to the bilateral actions of AID and other donor countries.” It added that “with a greater commitment of Bank resources and improved consultation with AID and UNFPA, a much greater dent could be made on the overall problem.” Moreover, the report asserts that “mandatory programs may be needed and that we should be considering these possibilities now.” (…) “Disincentives” are described in the report as, “Oriented directly to fewer births, as distinct from inducements to practise contraception. Some involve benefits (or penalties) … salary level, tax exemptions, maternity leaves, eligibility for preferred housing, schools, and so forth.” (Westen 1999).

[2] ”Is there class bias here? Of course there is. The national media— the television networks and major newspapers— are dominated by well-paid, well-educated, upper- and upper-middle-class types who take the soundness of the pro-choice position for granted. “Choice” in abortion is consistent with their general style of life” (Carlin 1995).

[3] “American pro-choice speakers are reluctant to acknowledge the social coercion that may coexist with formal legal freedoms and to admit that the “free choice” may not be experienced as a choice at all. In doing so, American abortion-rights discourse marginalizes those women who are in reality victims, and who have been “left alone” by the state to deal with the economic, personal, and social crisis they are experiencing with their pregnancy. Poor women and women of color are disproportionately among the women who do not feel that they have a choice to bear a child and who may feel instead compelled and coerced into sterilization, adoption, or abortion” (idem: 336).

[4] “Our results found that 42.2 % of women seeking abortion had experienced one, two or subsequent abortions. This rate is similar to those noted in developed countries such as Sweden [Makenzius et al. 2011], USA [Prager et al 2007] and England [Das et al. 2009]” (El Mhamdi et al. 2015: 4).

[5] “More than a third (35%) of the women in this study had had a previous abortion” (Makenzius et al. 2011: 374).

[6] “Those with a previous abortion were more likely to have had children, be unemployed or on sick leave, use daily tobacco and/ or lack emotional support from someone close with whom they could share their innermost thoughts and feelings; they were less likely to have higher education” (Makenzius et al. 2011: 371 ).

[7] “In a Danish study, single women were more likely to seek repeat abortions compared to first abortions ones (ORa= 39.1) [Törnbom et al. 1996]. The same facts were reported in Scotland and Finland [Rasch et al. 2008; Heikinheimo et al. 2008]” (El Mhamdi et al. 2015: 3).

[8] “Fifteen (17.2%) reported having previously obtained an abortion” (Grossman et al 2012: 1063).

[9] “As a measure of knowledge related to reproductive health, women were asked about emergency contraception, and 85% knew what it was and were able to name a place where they could obtain it” (Grossman et al 2012: 1063).

[10]  “’What are the most significant positives, if any, that have come from your decision to abort?’ 1. None: 243 (31.6%) (Additionally, 218 of 987, 22%, gave no response) None, there are no positives. My life is no better, it is much worse. I carry the pain of a child lost forever. Although I know I am forgiven and have worked through the guilt and shame, the heart wrenching pain is still there. I would rather have been a single mother of two and have my baby here to love and dote on than the pain of empty arms” (Coleman et al. 2017: 115).

[11] “Elliot Institute for Social Science Research (…) report the following statistics: 50% begin or increase alcohol and drugs (…) 28% actually attempt suicide (…) 52% felt pressured by others to have the abortion” (Karminski Burke 1994: 2).

[12] “Royal College of Obstetricians and Gynaecologists in the UK (2004)  has also issued a document concerning abortion (…) some studies suggest that rates of psychiatric illness or self-harm are higher among women who have had an abortion compared with women who give birth or with non-pregnant women of similar age” (RCOG 2004: 9 citado por Fine-Davies 2007: 32).

[13] “Solo en el 16 % de los países en vías de desarrollo se permite el aborto por razones sociales o económicas, en comparación con el 80 % de los países desarrollados” (Expte. 2492-D-2017).

[14] “Existen cada vez más pruebas de que en los lugares donde el aborto es legal por amplias razones socioeconómicas” (Expte. 2492-D-2017).

[15] “The Supreme Court said as much in its Planned Parenthood v. Casey decision of 1992 many Americans have organized their lives in reliance on ‘the availability of abortion in the event that contraception should fail.’” (Doerflinger 2014: 2).

[16] “including pregnant women in the category of persons who could exercise free moral choice (…) excluding state consideration of women’s social circumstances” (Marx Ferree 2003: 336).

[17] “With regard to women who were denied access to abortion, studies have shown that up to 40% sought an abortion elsewhere. Relatively few mothers chose to have their child adopted, and in most cases the mothers raised the children themselves.  However, long-term studies have shown that in up to 30% of cases, women denied an abortion continued to express negative or ambivalent feelings toward their child” ([Dagg 1991], p. 584 citado en Fine-Davis 2007: 13).

[18] “The Black Women’s Health Network and other women of color groups try to speak for these women but virtually never have voice in the media and are (with regret) abandoned on their “moral high ground” by mainstream women’s groups. Their radical positions do not make it into the mainstream of media representation. The virtual absence of a protectionist discourse within the American abortion-rights movement does not eliminate the actual experience of women who would indeed choose to have a child if there were “such a free choice.” It does leave these more economically vulnerable and socially abused women open to a gendered antiabortion mobilization that takes up themes of women’s exploitation and victimization” (Marx Ferree 2003: 336).

[19] “Abortion has a number of ugly truths. One of them is that many abortions are prompted by social conditions, social scripts, and social pressures that have removed a robust safety net of formal and informal supports that should exist and, in fact, do exist in other, primarily European, countries. Abortions are disproportionately higher among lowincome women and women of color. This is a good indicator that at least some women are electing abortion because they feel they cannot materially provide for the child they would bear” (Coleman et al. 2017: 118).

[20] “Socioeconomic factors that would have enabled the women to carry the pregnancy to full term (…) Economic support, Work opportunities, Access to own/larger housing, Increased parental leave and better opening,  hours at day-care centres for children” (Makenzius et al. 2011: 373).

[21] “Pro-choice speakers are reluctant to acknowledge the social coercion that may coexist with formal legal freedoms and to admit that the “free choice” may not be experienced as a choice at all” (Marx Ferree 2003: 336).

[22] “Maybe this is all pretty simple after all: if you want fewer abortions, oppose abortion; if you want lots of abortions, promote abortion. And maybe more Americans are learning what abortion is: a violent act against life, a grief for women, a corruption of medicine, and an embarrassment to a civilized society. Education to further advance that understanding should be accompanied by positive steps to help women at risk of abortion, and to help health-care professionals and policymakers address these women’s real needs” (Doerflinger 2014: 5).

[23] “Socioeconomic factors that would have enabled the women to carry the pregnancy to full term (…) Economic support, Work opportunities, Access to own/larger housing, Increased parental leave and better opening,  hours at day-care centres for children” (Makenzius et al. 2011: 373).