“Cuidando la vida, construimos nuestros barrios” es el título del documento difundido el 13 de marzo de 2020 por los sacerdotes del equipo de curas de villas y barrios populares de capital y provincia, según informó AICA.
Discernir prioridades y evitar colonizaciones culturales:
En el texto, los sacerdotes se refieren a la importancia de discernir prioridades en tiempos de crisis. Valoran “la iniciativa en la lucha contra el hambre”, “la mirada de empezar por los últimos, por los de abajo, para llegar a todos”, “el deseo de un país más federal”. En tal sentido, “esto presupone una actitud de profunda escucha de los más humildes y de dar voz al interior del país”. Por eso, los sacerdotes afirman que, “compartiendo esta mirada, sin embargo, tenemos la intuición de que la legalización del aborto no está en la prioridad de los más pobres, ni de la Argentina profunda”.
Los sacerdotes se refirieron también al problema de la deuda externa y advirtieron que no se pueden generar más “deudas sociales”, sosteniendo la necesidad de “estar unidos como pueblo y no elegir temas que enfrenten a los ciudadanos de a pie”.
En tal sentido, el documento afirma: “Desde que el país volvió a tomar semejante nivel de deuda, condicionó su soberanía y está más expuesto a colonizaciones culturales. Muchas veces los organismos internacionales que prestan dinero ‘sugieren’ políticas de control de crecimiento de la población. Esto apunta directamente a nuestras villas y barrios donde en vez de reducir la pobreza se reduciría la cantidad de pobres”.
La cultura del descarte:
En otro pasaje, el documento recuerda que “el Papa Francisco ha denunciado innumerables veces la cultura del descarte de nuestras sociedades: los viejos, los inmigrantes, las personas con discapacidad, los pobres y los niños por nacer molestan, nos piden atención, nos piden cuidado, nos ‘quitan’ comodidades y privilegios; entonces hay una fuerte tendencia a descartarlos, a quitarles el derecho a la existencia. Los proyectos individuales, el nivel de consumo, el bienestar y el confort, por sobre todas las cosas, son los que mandan”.
Las mujeres pobres valoran la vida:
Al recordar sus anteriores documentos, “Con los pobres abrazamos la vida” y ”Los hogares del abrazo maternal”, los sacerdotes quieren “hacer notar, una vez más, el compromiso y valoración de la vida de las mujeres pobres. Las mujeres de nuestros barrios son profundamente progresistas. No se dejan seducir por el individualismo y asumen en sus decisiones los valores de la comunidad. Muchas veces son madres de sus hijos y de los del pasillo. El testimonio cotidiano de las mujeres de los barrios populares nos permite descubrir un paradigma de pensamiento profundamente ligado a la vida, una vida encarnada en ellas y dada a luz con tremendo amor y ternura, una vida que se amamanta y se lleva en los brazos, una vida frágil que se cuida y se acompaña a crecer. Una vida que se va entremezclando con otros, que se va alimentando de una comunidad, una vida que aprende a darse y desenvolverse. En este sentido el testimonio de nuestras mujeres nos muestra que son portadoras, mensajeras y cuidadoras de la vida de su familia propia y la de otras, cuando no de toda la comunidad”.
La vida como viene:
Renovando su compromiso “con la lucha por la Cultura de la Vida y los derechos humanos”, afirman que “nuestra opción es por ‘la vida como viene’, sin grises. Especialmente la vida amenazada en cualquiera de sus formas. Por eso hemos hablado a favor de los inmigrantes, de la lucha por la justicia social, de que nadie a raíz de la desnutrición tenga su futuro hipotecado, que nadie muera por enfermedades que podrían curarse, como por ejemplo la tuberculosis. Por eso estamos en contra del gatillo fácil. Por eso hemos apoyado las manifestaciones de ‘Ni una menos’ contra los femicidios. Y a esta opción la confirmamos con acciones comunitarias concretas”.
El derecho a vivir y los derechos humanos:
Luego, afirman: “Ahora bien, cuando se niega el derecho más elemental –el derecho a vivir– todos los derechos humanos quedan colgados de un hilo. Porque cualquier opción por la dignidad humana necesita fundamentos sólidos que estén más allá de cualquier circunstancia De otra manera esa opción se vuelve muy frágil. Porque si aparece alguna excusa para eliminar una vida humana inocente, siempre aparecerán razones para excluir de este mundo a algunos seres humanos que molesten”.
“Cuando una mujer humilde de nuestros barrios va a hacerse la primera ecografía, no dice: ‘Vengo a ver cómo está el embrión o este montón de células’ sino que dice: ‘Vengo a ver cómo está mi hijo’. Podríamos preguntarnos. ¿Qué solidez puede tener entonces la defensa de una vida humana? Si una ley puede definir en qué momento puede ser eliminada o no. Para ellas los hijos son el mayor o el único tesoro, y no son algo más entre muchas posibilidades que el mundo de hoy puede ofrecer. Eso explica que tantas mujeres pobres se desvivan trabajando por todas partes para poder criar a sus hijos. Para la sensibilidad de ellas es particularmente trágico abortar, y generalmente lo viven como una profunda humillación, como una negación de sus convicciones más íntimas”.
En el documento, enfatizan luego que “el centro con todo su poder se impone, domina y hace oídos sordos a las voces de la periferia. El modo propio del Evangelio, como nos recuerda permanentemente el papa Francisco, es mirar el centro desde la periferia. Si se siguiera este camino captaríamos la sabiduría de los barrios populares y de las provincias del interior”. “Si pretendemos definir o valorar a la persona humana por el desarrollo que tiene, entonces entramos en esa lógica que sostiene que hay seres humanos de primera o de segunda”.
“Muchas veces miramos a los países poderosos y ‘desarrollados’ de nuestro mundo. En muchos de ellos está legalizado el aborto. Y en muchos casos se descarta así a los niños que van a nacer con Síndrome de Down. La lógica de los poderosos, de los fuertes, que deciden sobre los que menos posibilidades tienen, es la lógica dominante en nuestro mundo de hoy. Y esto también, de alguna manera, se traslada al tema de la niña o niño por nacer”.
El aborto no es camino de solución:
En otro pasaje, el documento afirma: “Sabemos que el aborto existe, y no negamos esa realidad. Creemos que la ‘interrupción’ del embarazo no es camino de solución a los profundos problemas que sufren muchas mujeres. Entendemos los argumentos que abordan el tema del aborto como un tema de salud, pero estos argumentos conciben a la salud desde un enfoque aislado, como si lo seres humanos no fuéramos relación, vínculos, espíritu. Comprendemos que está en juego la salud, pero también comprendemos que no se puede alcanzar la salud descartando a otro ser humano. Por eso, para las mujeres de nuestros barrios, el aborto es vivido como un drama existencial, personal y comunitario”.
“A las mamás que sufren situaciones dramáticas hay que acompañarlas y poder ayudarlas con su embarazo, como hacen muchas vecinas que ayudan en situaciones difíciles, cuando no hay nadie más que ellas; o como esas comunidades que se organizan en nuestros barrios y por ejemplo salen a las ranchadas a acompañar a los que están en la calle y se encuentran con chicas que están solas y embarazadas, les hacen un lugar y las siguen acompañando, cuidando de las dos vidas. Y aquí se sigue una corazonada muy profunda: No es humano favorecer a un débil en contra de otro más débil aún”.
La propuesta de vida digna no acaba en el nacimiento:
Para los sacerdotes, es “obvio” que la propuesta de una vida digna “no acaba con el nacimiento de la niña o el niño”, sino que “estos necesitan calor de familia-comunidad, necesitan nutrirse bien, necesitan jardín y escuela, necesitan acceder a la atención médica adecuada, necesitan que los clubes sean espacios sanos y dichosos donde desplegar sus potencialidades. Y si en nuestra patria la mayoría de los pobres son niños y adolescentes, ellos deben ser los privilegiados”.
El documento termina con una invocación a la Virgen de Luján para que “nos enseñe a cuidar a los más frágiles de nuestro pueblo”.