El martes 14 de octubre de 2014, la agencia de noticias NBC News informó que Facebook y Apple financiarán la congelación de óvulos de sus empleadas con el fin de posponer la maternidad de las mismas. Dicho de otro modo, dos de las empresas más importantes de la era digital están dispuestas a pagar hasta 20.000 dólares para diseñar la planificación familiar de miles de mujeres y lograr que los embarazos no “obstruyan” el desenvolvimiento laboral actual.
Los gigantes tecnológicos han afirmado que se trata de una política de apoyo a la maternidad y a la conciliación familiar. Sin embargo, los hechos indican todo lo contrario. Basta con recordar algunas cifras que hablan por sí solas: el 70% de los 98.000 empleados de Apple son hombres, al igual que Facebook, cuya fuerza laboral mundial está integrada en un 68% por varones.
Según un reportaje realizado por la NBC News, diversos representantes de empresas dedicadas a la crioconservación de gametos (egg freezing companies) se han mostrado entusiasmados y han apuntado a la multiplicación de estos supuestos en el futuro. Sin ir más lejos, en el sitio web de la firma EggBanxx, dedicada al financiamiento de congelación de óvulos, se lee: “Tal vez usted no ha encontrado aun al hombre perfecto o quizás le gustaría tener más tiempo para concentrarse en su educación o carrera”. Por su parte, Christy Jones, fundador de una compañía biotecnológica, afirmó que esta posibilidad implica “una ayuda a que las mujeres sean seres humanos más productivos”. Ante esta pretensión, será el Estado quien deba plantearse si puede permitir que las corporaciones insten y presionen a sus empleadas a evitar la maternidad natural, con todo lo que eso significa.
El año pasado, Glenn Cohen, experto en bioética y profesor de la Escuela de Leyes de la Universidad de Harvard, señaló que con estos mecanismos las grandes empresas envían un mensaje de incompatibilidad entre trabajo y embarazo. En este sentido, no podemos dejar de preguntarnos cuál será la reacción de las compañías ante una solicitud de licencia de trabajo para asumir la maternidad en forma natural. Cualquiera sea la respuesta, surgirán situaciones de presión que son evidentes.
A todo lo dicho deben sumarse los graves dilemas éticos y jurídicos sobre los cuales hemos insistido en más de una ocasión: el futuro de los gametos sobrantes o no utilizados; los riesgos de la ovodonación; entre otros. Una vez más, la realidad refleja que las tecnologías reproductivas no se limitan a las situaciones de infertilidad y esterilidad, sino que se traducen en un abuso biotecnológico que no reconoce límites y que sirve a aquellos que pretenden dominar lo humano a cambio de meros intereses económicos.
Por último, cabe señalar que la Argentina no está exenta de incorporarse en esta dinámica. Si bien la legislación laboral sería un freno importante, la desregulación de las técnicas de fecundación artificial que ha significado la ley 26.862 podría generar presiones sutiles en los hechos que escapen a los controles oficiales.
Informe de Leonardo Geri