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Reflexiones de fondo sobre tendencias legislativas en materia de libertades individuales

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Reflexiones de fondo sobre tendencias legislativas en materia de libertades individuales

A raíz de la sanción de las leyes de identidad de género y muerte digna, junto con la presentación del anteproyecto de Código Civil y la anterior ley 26618 sobre legalización de las uniones de personas del mismo sexo como matrimonio, se han generado diversos debates sobre sus alcances, a fin de determinar si se trata de un avance en las libertades individuales (ver, por ejemplo, la nota del diario La Nación sobre el tema titulada: “La legislación, cada vez más liberal“).

En este sentido, los directivos del Centro de Bioética, Persona y Familia, María Inés Franck y Nicolás Lafferriere, responden algunas preguntas sobre estas tendencias legislativas.

¿Consideran que estas leyes son un avance para la sociedad argentina? ¿Por qué?

María Inés Franck: No me parece que pueda calificarse a estas leyes como avance para la sociedad argentina. En primer lugar son leyes ajenas a la mentalidad del pueblo argentino. La gente de la calle no sabe qué es lo que se debate exactamente cuando se habla de muerte digna o de identidad de género. Y generalmente no está tan de acuerdo. Parecería que la sanción de estas leyes se debe a una presión muy fuerte y bien organizada de una minoría más bien ideológica que tiene una agenda concreta. El hecho de que las leyes fueran aprobadas sin votos en contra, es también llamativo. Desde un análisis politológico esto significa que no hubo debate ni pluralidad de ideas, y es necesario preguntarse por qué. Así que, desde un punto de vista del debate democrático, tengo que decir que no fueron precisamente estas leyes un avance para la sociedad. Y desde un punto de vista moral y jurídico tampoco: ambas leyes implican un aumento importante de la inseguridad jurídica, y una consideración sesgada del bien común. De hecho, los derechos de los niños están seriamente vulnerados en la ley de identidad de género que fue votada ayer.

Nicolás Lafferriere: Hay una matriz común detrás de estas leyes: la exaltación de la autonomía individual, transformada en norma absoluta. Si se radicalizan las pretensiones individuales los vínculos sociales se deterioran, pues duran tanto como la voluntad individual lo quiere. Pierden peso en la convivencia valores como el deber, el compromiso duradero por el otro, el desinterés, la solidaridad. Hay un exceso en la declamación de los derechos individuales y un abandono de la perspectiva del bien común. Desde un conjunto de individualidades autorreferentes no se edifica una sociedad. La sociedad es el resultado de un entramado de instituciones que contribuyen a lograr el desarrollo de las personas, las familias y las organizaciones, sobre la base del reconocimiento de derechos y también de la regulación de las conductas en orden al bien común. Cuando se permite por ley cambiarle el sexo a un niño desde cualquier edad, se ha permitido a una pretendida libertad adulta avanzar sobre quienes deberían ser los más privilegiados de la sociedad, los niños. Cuando se eliminan las diferencias entre varones y mujeres, se empobrece la vida social que pierde una rica complementariedad. Cuando el matrimonio no tiene ni estabilidad ni fidelidad, los niños crecen en ambientes familiares caracterizados por vínculos frágiles y se afecta sensiblemente su sentido del compromiso duradero con el otro.

¿Estas leyes se sancionaron ahora porque hay una madurez en la sociedad? ¿Se tendrían que haber sancionado antes?

María Inés Franck: Las leyes sancionadas no tienen nada que ver con lo que la sociedad quiere. Son leyes impuestas por un sector ideológico que, además, cuando uno las analiza racionalmente, comprueba que están llenas de vacíos y contradicciones. La vida y los problemas de la sociedad pasan por otros temas hoy, que lamentablemente quedan sin respuesta: la inseguridad, el desempleo, la educación de los hijos, la desintegración de la familia, la corrupción política, entre otros. Una sociedad que privilegia una agenda tan ideologizada y tan lejos de la realidad de las personas comunes, no parece ser precisamente una sociedad madura y responsable, sino todo lo contrario.

Nicolás Lafferriere: Creo que estas leyes no responden a reclamos de la sociedad. Son el fruto de pequeños pero poderosos lobbies que, con apoyo mediático, han impuesto una agenda extraña a la cultura argentina, sobre todo en su perspectiva federal. Hay, por otra parte, un planificado y llamativo manejo de la agenda parlamentaria y judicial de tal modo que estas pretendidas reformas en favor de las libertades son instaladas en la agenda y por su carácter de temas polémicos concentran la programación y los titulares durante días o semanas, distrayendo la atención de otras cuestiones urticantes y de fondo para el país.

¿Qué posición ocupa la Argentina en relación a otros países en estos temas que se afirma tienen que ver con las libertades individuales?

María Inés Franck: Contrariamente a lo que se dice en algunos medios, estas nuevas leyes que desde hace algunos años están siendo aprobadas, no potencian la libertad de la persona, sino que terminan empobreciéndola. La libertad se plenifica cuando la persona reconoce lo que es y lo acepta con paz. No se plenifica, en cambio, cuando intenta modificar todo lo que parece poner un límite a su voluntad. Eso lo sabemos todos, porque lo vivimos cotidianamente. Otras legislaciones han sido más sabias en este sentido y han sabido diferenciar la presión ideológica de algunas personas, del Bien común de todo un país. Lamento sinceramente que los legisladores argentinos no hayan sabido captar esta diferencia y se hayan confundido o cerrado los ojos ante ella.

Nicolás Lafferriere: Creo que Argentina se ha convertido en una suerte de lugar de experimentación. En estos temas de vida y familia se ha dado un giro en el país donde el centralismo porteño impone a las provincias un modelo de persona y familia extraño a su idiosincracia. En este dinamismo, una constante es la subordinación de los niños a los deseos de los adultos, en un giro adultocéntrico que aparenta más libertad, pero esconde más individualismo y vaciamiento de las instituciones.

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